El extremista puede ser un señor que se dirige a mí estando en una escalafón de ganancias que está con gran claridad en uno de los extremos de la sociedad.
Los que le pagan ese dinero para que se atreva a decirme que son otros los que son extremistas, me parecen poco honestos. Su forma de controlar la sociedad a través de políticos dispuestos a recibir unas ganancias que desde luego, también están, de forma exagerada en unos de los extremos de la sociedad, me parece canalla y barriobajera, en la acepción que ellos darían a gente de barrio como siempre seré yo; nunca podré huir de la Colonia.
El repetirme en este escrito con las palabras extremista para subrayar como veo a un mercernario metido a político sin haber sido elegido, no es nada inocente. Puede ganar 1 millón de euros al mes porque es capaz de comunicar a través de sus medios patrocinados con publicidad "maravillosa", wonderful, diría Iván, que en los extremos, tercera vez repetida, son quienes piden que las ganancias vergonzosas de él, de sus consejeros, de los accionistas se mantengan a costa de que el usuario medio tenga que pagar facturas engordadas con cánones que saben son un chantaje a la sociedad.
A esos señores, a esos medios que nos les importa que a una sede de un partido que defiende a los trabajadores puedan ir cuerpos envilecidos por símbolos manipulados, que es si no que a una bandera la utilicen quienes roban a todos los que están debajo de esa pretendida imagen integradora.
A esos seres, en una de las antipodas de las vivencias del común de los mortales, les gusta pronunciar los himnos de una patria común, pero con sus sonidos y máquinas de ruido de las monedas con conductos sólo a ellos, y billetes contados por sus maquinas exclusivas que van de palacios a sus salas de junta de los consejos que deciden la estrategia de atacar desde sus almenas mediáticas a los representante de 3.000.000 millones de ciudadanos que desde luego no llevan una vida extrema ni los unos, ni los otros.
Pudiera ser que incluso, los primeros, los votados por nosotros, tengan que sufrir los ataques de servidores de los desequilibrios establecidos en la sociedad. Alberto Rodríguez se hizo visible como otros seres admirables, Juanes, Domingos, etc.. no por ellos, sino por una sociedad con una balanza más equilibrada.
Ayer, escuché con pasión a quienes se introducen en las raices de una sociedad que existió y que nos siguen dando alimento. Sólo me queda escucharles, por ese camino no viaje y parte de lo que sucede no llego a comprenderlo.
Si me introduje en la búsqueda de saber quienes son los que me gobiernan y que poderes les sustentan y les apoyan de una manera impúdica. En ese viaje, comparto vagón con los anteriores expertos en lo por mí ignorado, pero no mantengo la indiferencia con igualar a todo político y a todo el periodismo. Comprender la sociedad y sentir la indefensión ante el poder extremo de quienes pueden elaborar portadas,
El señor del millón al mes, en el puntal superior de introducir dinero en su cuenta, puede proclamar y dirigir la mirada de un lector a la cabecera de una noticia alimentada por espacios de publicidad. Habrá quienes exploren, como el viajero impenitente que pretende explicar el látido básico de una persona que hace vino, en el significado de esa frase tan absoluta
"Un pais no puede estar gobernado por extremistas". Ahora volveremos sobre esa frase lanzada, como un lanzador de cuchillos con los ojos vendados, pero sin trucos.
Y habrá quienes, ante ese TOP, o mejor, repetimos, extremista en ganancias se postre y diga ese tiene que tener su parte de razón porque ha llegado a tener, repetimos, en el extemos de los ingresos. Y ante ello, razone: "no ves, todos son iguales".
Y retomamos la frase de marras para soltarlas y ponernos a navegar. Al desenrollar la vela mayor porque el viento viene de empopada, siente en tu melena, la brisa que la peina por detrás, pero dudas de la racha fuerte de esa afirmación, si será un remolino o se mantendra y desequilibrara por llevar mal drizadas la vela. Esas embestidas lanzadas con la malevolencia de la mentira, nos tiene que llevar a los que hemos defendido una sociedad más justa y no tutelada por esos mercenarios de las grandes empresas a hacer banda; a equilibrar ese barco atacado con virulencia y desprecio hacía lo que somos. Primero con palabras, luego con los hechos de la manipulación de los precios y por último y como nos recordó Scurati en su libro M, sobre Mussolini y su táctica de lanzar a las hordas vitaminadas sobre las sedes de quienes sólo buscan esa sociedad más justa. Ayer volvieron a esa táctica, los que fueron guiados por los expertos nuevos cowboys con látigos de datos con puntas que restrallan con mentiras manipuladas en carcasas de medias verdades.
Al extremista, hoy la gente de la CGIL dicen que irán a su sede para decirle que somos uno, pero sumando, porque a sus miedos difundidos y a los infundidos por las mazas proteicas se le debe combatir con la presencia de quienes hacen sociedad, miran los encuentros y enfrentan sus miradas a los falsificadores de emblemas-arietes.
No es nada fácil, pero si es necesario. Afirmaba hace poco, un ahora analista, que ellos pueden poner un poco la cara y su claridad de ideas, pero en el barco, cada uno tenemos una función y nuestra vida no es un barco de recreo para ir dirigido por los capitanes de las excelencias, entre otras de sus ganancias