domingo, julio 26, 2020

Frutal

En una cabeza pueden anidar las muescas del pasado que tiene una época que vuelven. No siempre de forma positiva, sino para recrearse sobre pasos que tuvieron los matices que fueron analizarlos por los diferentes protagonistas que los percibieron en sus propios prismas. En un tuyo, apareces como perdedor. Esta visión fluye, con ella convives, nacerte para que sus raices de entonces, no creen círculos.

El barco llegó, cada personaje que fue descendiendo había ido oyendo y asumiendo el relato de aquel viaje programado por el capitán de impecable traje, nadie podría decir que los mismos horizontes habían diseminados relatos originados en personas distintas.

Tomaron sus valijas y se dirigieron a sus hoteles, pues el glamour que habían adquirido viajando en aquella máquina del tiempo, les hacía flotar, primero a sus habitaciones, donde tomaron el primer daikiri del día, después fluyeron sobre la piscina de un azul tomado para mecerse en nubes. Allí vieron cuerpos esplendorosos, les habían prometido que aquel espacio era la puerta a la promiscuidad que las noches en música, les abría con llaves de pensamientos entregados al éxtasis, no sólo físico.

Cuando tomaron nota de cada los datos, que eran asimilados, como les habían dicho, que lo hicieran con sus propias sensaciones personales; al salir del recinto, había un frutal que les hacía volverse para con la mano en alto, buscando el cebo, pudieran contemplar, sin ahora ser contemplado. En muchos casos, observaron cómo algunos labios, antes de empezar a hablar de lo que habían visto, se recreaban en el paso de la lengua, para humedecer, aquellos labios, ahora más ardientes.

Cuando nos concentramos en la mirada de él, mordiendo, no sólo la fruta, sino aquel lóbulo atado a la memoria de aquella mujer que volvía a estar allí para recrear un mapa de un universo, explorado con las luces de las estrellas fugaces de los instantes inmensos, se disponía a salir hacía la playa; se fijó en aquella pareja que se enlazaba plena de mutua consciencia.

 ¡Qué podía decir de salir de aquel cascarón que durante su travesía les había modelado horizontes!

En aquellos dos cuerpos ansiosos, comprendió que existen viajes que tienen que ser hechos en solitario.

Destrozar su paisaje, para soñarse en el momento en el diseño compartido.

¿Quien roba el hecho ajeno?



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