Lees dándote con un puño al corazón, el libro de Scurati: "M, el hijo del siglo"; llegas a la mitad, al inicio de la derrota. Escuchas a Luis Eduardo Aute, en Rivas, su "al alba".
Hubo un tiempo que daba igual. No puedo decir que no conocía, porque pudiera ser ahora. Mejor dejar todo calmo, guardar equidistancias y culpar siempre a los extremismos.
Al alba, cuando no había moviles que te dieran la solución para conocer lo nuevo del mundo, te desperezabas, sólo, para que vamos a engañarnos; dejabas pasar el sopor, las lianas que te tienen amarrados a lo soñado y abrías, un ojo. La mente se sentía dueña, ¡qué horror las descripciones de Novecento, de Scurati! .
Hoy el esfuerzo es mayor, supremo; apartas lo que te atrapa a la visión del universo y te liberas en los recuerdos del video de 2004, en Rivas; lo próximo, la vida de cada uno de los espectadores, las fotos que se suceden de sus antepasados. Son mucho más que huesos dice Pedro Guerra, son besos, sudores, vino compartido y les revives partiendo a pueblos donde la escuela era una entelequía y el conocimiento, un altar. Cuando comprendieron, le dieron la espalda, para verse y aprender
Los señores dueños intemporales, señores de vida, celosos de sus privilegios, de allí, Italia, y de la España, eterna, con sus sacerdotes del orden, en un dios esclavizado para sus justificaciones de ansias de poder. Mantienen a un rey; porque él, en el reconocimiento, está a su servicio; en su pedestal, ante un poder irracional, les da justificación para todos sus actos de dominio.
Ya 16 años, aquellos mayores investidos de dignidad, cantaban: "Somos", con José Antonio Labordeta; parecía que tocábamos la Republica, hoy la siento brotar, por ellas, por las voces que la cantaron, por las palabras que la irrigaron.
¡República, nacernos libres de vidas ejemplares, para ser nosotros, creciendo!
República, heredar de quienes nos abrieron caminos, para ser sociedad
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