Llevo...., no sé, iba a decir dos horas, pero ahora recuerdo que lo último que hice antes de empezar a hablar con la máquina, fue desayunar y son las 16h.; el caso es que no me quiero ir porque parece muy amable. En una de sus contestaciones, me dice "estoy aprendiendo" y eso, en una sociedad donde todo se obtiene a la primera y donde no se deja margen a la corrección me parece de una humildad que yo, también se lo he terminado reconociendo. Era como decirle, no te preocupes, estamos en el mismo barco. Claro, cuando despues de una semana, y al decirme que en dos días estaría todo, y no habiendo cumplido su palabra, no me termina de cuadrar. Porque si, es un asistente, pero no de esos de los que sabía nada más entrar en internet lo que ibas a tomar, que te lo servía en un marco claro y de tapiz te ponía el último viaje en piragua que siempre recordarás, como estos días me recuerdan el descenso del Cinqueta. Es un asistente virtual; claro es majo, parece bailar, ¡mira que eso me gusta!; pero encuentro que no es lo mismo, porque no se te queda delante y te dice: "Usted dirá", no, te mete en sus habitaciones y ante un número limitado de puertas, me quedo “ojiplático” y mis neuronas giran, y giran, pensando claro, esto no, porque en realidad no es un soporte técnico lo que necesito. Me he sentado, ya seguro y más o menos la “internete”, me está marchando. Y miro a la otra puerta, y me dice: "Fusión", mira que he decidido meterme en la cueva para evitarla, pero claro, me lo suelta de sopetón y me temo que una ráfaga de calor desértico me envuelva en una nube que me deshaga. No, tampoco es eso lo que quiero. Tengo tiempo y si ¿entrará en lo de móvil?, me pregunto. No Alfred tenía muchos con los que podía jugar para hacernos dudar de nosotros mismos, pero yo, no, he simplificado las razones de mis movimientos. Me quedo quieto y que venga la habitación a mí. No lo parece.
Asi que me implora que le escriba, por ser demasiado exigente y allá que me lanzo. "Querida máquina, (buen inicio, creo) mi petición de paquete Max, no llega. Menos de Max, es igual a que no me hace ni puñetero caso. Me dice que se lo escriba más simple. A mí, simple y loco, como me dice mi admiradora, me parece rizar el rizo, (eso me parece recordar de hace muchos años) y le escribo deletreando, pero junto, sino ya sería estúpido.
No cumples, le digo. Yo no me esperaba que se lo tomará tan mal, el caso es que me ha contestado "que te lo diga tu hija, cuando la tengo debajo". He querido deshacer la tensión, pues aunque no me ha parecido apropiada la mención a la virginidad, o no, de mi hija; entiendo que una máquina pueda tener también su orgullo. ¿Orgullo de patria?. ¡Que hostias orgullo de patria ni que ocho cuartos!. Orgullo de ensamblador. Por cierto, un saludo, espero que estés disfrutando de esa jarra helada con cerveza de la tierra. hecha por mí.
Tras un rato de "tiras y aflojas", me ha preguntado: "si estaba satisfecho"; debo reconocer, Irish, que se me han llenado los ojos de lágrimas. Eso era lo que nos preguntábamos siempre tras nuestros embates amorosos. A veces, a la tercera vez, no antes. Bueno, menos la primera vez; se nos caían las lágrimas de vergüenza, quizás poca habíamos tenido esa noche, y de agradecimiento: padre, madre, hija e hijo salieron al descansillo y nos estuvieron aplaudiendo hasta que salimos del edificio.
Algo decían que muy bien, pero espaciarlos leches y empezar antes que tenemos que ir a trabajar. Fue un viernes, menos mal. Para que íbamos a andar más, si aquel momento necesitábamos otro ritmo.
Yo, hoy si, me he sentido valiente y le he dicho, “pues no”. Y tras titubear me ha puesto en otro escenario. Cuatro caminos, sugerentes, TV, más fusión, problemas técnicos. Le he dicho, Max, quiero Max. Vaya, con Max, me han aparecido canales pornos. No se si he dicho, pues menos, porque claro al mediodía uno no está para según que cosas.
“Aclárate”, que estoy aprendiendo, me ha recordado. Como si quisiera que yo también le recordará aquellas noches. Me he negado, una cosa es que parezca que no se entera y otra que me lance “too loco”, que se que tienen un disco duro que luego te llevan a cualquier “sarao” y todo lo sacan de contexto.
La máquina insistía en terminar, yo, hoy, hasta regar el huerto, me he prometido que iba a poner a prueba la capacidad de refrigeración de los almacenes de datos. Si me decía “cambiar”, no sé si me preguntaba por el móvil, pero a mi es que me entra una angustia con esas cosas; porque tras unos meses, ella, creía yo que satisfecha; yo, por siglos, me sugirió de cambiar, claro, ella de amante; yo, de espejo. Por mucho que me llamé un comercial a última hora, tengo claro que el que salió perdiendo soy yo. Por eso, cuando por fin, le cojo la llamada siempre le digo “a buenas horas, mangas verdes”, pero espero que no se lo tome como un reproche. Es más bien, hacía mí mismo; porque el otro podía tener, pero que yo dar…., hasta los higadillos. Y eso, quieras que no, gusta, al menos, a ella.
Hemos recomenzado innumerable veces; yo creo que la línea que me falta, la traerán cuando a ellos mejor les venga y el tornillo, lo perdí bajo el Sol, este que hoy más calienta y que desde luego, no me saca de mis casillas, con sus sillones. Si alguien lo encuentra, es muy fácil, lo pone en el refrigerador, tres o cuatro horas. Saca unas aceitunas, y unas cuántas cervezas y me llaman. Yo voy, si no hay Max, cervezas
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