Bror está en el camino,
ofreciéndome otra voz sobre Bob Dylan. Tiene un grupo musical en Umea que le
canta. Son años en los que estoy muy ocupado, he sido lanzado al kayak en alta
montaña y después al kayak polo; al mago de las palabras, me sonaba, le oía
trovar pero entonces mi cultura se escondía en los golpes del agua contra la
gran piedra antes del llegar al triángulo; en la ruta de la fuente de la
Falaguera al puente de San Pedro, como su precipitación por un pasadizo
estrecho que aceleraba nuestras indefiniciones, para golpear terminar
encallado, fruto de una corbata que hubiera podido ser peligrosa, en muchos
años de torpeza eso era más que posible. Siempre me venía a la cabeza, alguna
afirmación de algun futbolista, compañeros de niñez, donde decía que según
empezará el partido, así se desarrollaría el resto; a mí, en el agua me pasaba
igual. Aún llevando tiempo, hubo días de empane que podrían ser comparados con
algunas de las mayores cantadas que se han dado en el fútbol. Enganchones
estúpidos, caídas en pequeños rápidos, cruces sin apenas clavos que te
sujetarán. Ahora, cuando de forma esporádica bajo con algunos jóvenes, siempre
les ánimo para que acepten algunos de los fallos más normales que les suceden.
El asunto es seguir luchando.
Al compañero que nos dejó la casa en Umea a Vanesa y a mí, apenas no le
conozco, y sólo durante dos semanas tendremos una convivencia menor. Hoy,
viendo la serie de Stieg Larsson, reflexionó como no atrapé cada uno de
aquellos instantes que me ofrecía seguir manteniendo contacto con Bror.
Perder a los 20 años, una compañero de fatigas, un jugador, un héroe sin miedo
en el barrio, que no debería haber muerto sea un abismo en el que tú mismo te
hayas sumergido. Quizás todo lo que fue pasando después tenía la precariedad de
un tiempo que ya te has dado cuenta que no puedes retener y por eso dejas de
implicarte con alguien, por el miedo a no ser aceptado o a que no sea duradero.
Mi
inglés era tropezón, pero recuerdo la noche con los compañeros de Umea, en una
de sus casas, en que quizás el vino me soltó para lanzar mis reflexiones más de
lo que yo podía entender. Así sucedió durante mucho tiempo. Incluso en mi
primer curso con Sten en Berlín, donde un médico mago en el ozono percibió como
otro de sus grandes descubrimientos que yo no entendía muchas de las cosas que
se hablaban en inglés. Fue un visionario, no se dio cuenta que incluso en
castellano, puedo estar interpretando lo que se me dice, en mis claves
marcianas. Lástima que, como en muchas ocasiones, no le mandará a paseo o
incluso con un poco más de precisión, a la mierda
En la serie
sobre la vida de Stieg Larsson, que nació en aquella nuestra ciudad
universitaria, acogedora, exploradora vimos uno de sus mundos. Cuando hoy
termino de ver el último capítulo, descubro que sólo era una aproximación de lo
que percibí. En su estancia en Guadalajara, Bror utilizó sus palabras irónicas,
al vagar en unos polígonos desérticos que entonces nacía para colonizarlos, me
hizo ver que el ser humano tenía un extraño sentido del crecimiento. Cortaba
árboles, dejaba muerto un espacio para crear viviendas. Primero estas y luego
ya se adornaría con algo artificial. Tantas de estas incongruencias se le
aparecían y me las hizo ver. Las voces en un bar del Madrid antiguo con voces
lanzadas como cargas de aproximación que no le parecía lógica para la
comunicación.
Murió Larsson en el 2004, como una vaticinio sus compañeros ven la desazón que
tendría enfrente del mensaje de ultra derecha que ha seguido creciendo y ven
como él habría salido a combatirlo. Le extrañaría tanto el que los frutos de
las violencias propias generadas por estos grupos, se las achaquen a los demás.
El que hayan podido viajar a países como Tailandia, cuando la gran catástrofe
para salir de la noche eterna, pero, allí, en su lugar de vacaciones paradisíaco no sean capaces de ver las necesidades a las que están sometidos y que su servilismo, les sirven para ganar un mínimo sustento que es aún más pequeño en lo que les
supone su gasto en aquellos espacios.
Ciudadanos soberbios porque no son capaces no ven al otro mundo que les sirve