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Sinopsis: Intentando leer, que cuesta, La Peste, de Albert Camus, en francés. En el libro, en la parte final de análisis del texto leido, Yves Ansel, saca una conclusión muy actual. La reinterpreto con lo que ello puede llevar de personal: En la peste que describe Camus, a todos los muertos en general, se les puede utilizar, manejar, manipular a la conveniencia de quien les nombra, pero cuando alguien se enfrenta a cada caso en particular, con nombre; ya no se puede jugar con la dignidad de esas personas. Ya tiene una historia, una familia, a la que hay que respetar.
Anda
Pikadre, insigne pero poco hábil piragüista de este mundo Dragonio, fastidiado,
ve todo lo que arrastra la corriente y muchas cosas le son queridas, muy
queridas.
Respeta cada
uno de los dolores que no puede llegar a sentir, porque esas cosas son
personales e intransferibles. Les admira, les añora como cada segundo que ellos
se tienen que sentir desamparados porque no lo pudieron sentir físicamente con
tantos y tantos seres queridos con los que han sentido tantas y tan variadas
sensaciones de la vida. Tiempo después, sería como ahora, ella, sus próximos
sufriendo esa ausencia que, a veces, se hace inaguantable.
Puede creer
que nos hemos olvidado, que su familiar no se le merece y sin embargo, yo,
Pikadre, no dejo de entrar en la corriente y con la técnica que me ha dado mi
tiempo vivido, trato de coger olas cruzadas, crestas que me retengan para
surfear un tiempo que me será pleno; gasto mis recursos para descubrir que nos
pasa, porque nos sucede, porque hemos llegado a esta situación.
Por ello,
perdona que no entre siempre en la corriente, porque, a veces, lo que parece
bueno, bajar las bellas olas en las que van muchos seres humanos, traen
troncos, estos ya, insensibles maderos a merced de las corrientes, no tienen
sentimientos, pueden golpearte, atraparte, retenerte sumergido hasta el
ahogamiento para que un tiempo después salgas con un mundo dominado por ellos;
en su origen fueron bellos, esbeltos, poderosos hasta conquistar los cielos;
con sus ramas, lleno de hojas que acariciaban la vista que necesitan alivio,
para salir de las penumbras, de los días de dolor que no parecen agotarse.
Pero ahora
son objetos que conservan sólo sus apariencias; quizás un día, con el trabajo
de todos, en aserraderos, con carpinteros, vendedores honestos, compradores
enamorados de la esencia de su origen y el resultado final y tus amigas, amigos
que te visiten, puedan tener el significado que todos soñamos.
Ahora,
déjame que entre a mi manera, que, con mi kayak hacía arriba, abra un poco de
más o menos ángulo, para ofrecer la superficie de mi embarcación y que pueda
recibir el agua, por ejemplo de mi respeto a la sanidad pública, que debe
recibir todos los recursos, antes, ahora y siempre, que sean necesarios y que
siento que esos tronco agresivos, pesos sin alma, no los traen. Habré salido,
habré movido mi pala con su posición técnica, con mi cuerpo entregado para que
esa ola poderosa no me haya arrastrado y con mis conocimientos haya pasado
hacía la otra orilla pero a la misma altura. Quiero luchar pero no perder el
paso. Me he vuelto a quedar detrás de una piedra, mirando hacia arriba, porque
quiero saber que viene, que me puede ser bueno y que me puedo enganchar, tumbar
y no dominar lo que necesito saber para seguir bajando, pero a mi ritmo, sin
ser manejado por la pérdida de material o control.
Cuando veo
que me es posible, salgo, madre mía, esa bellísima ola que en su cresta,
metiendo la proa delante me va a poner vertical y me va a hacer girar. ¿Sabes
lo que es eso?. Buahh, un tiempo bonito indescriptibles 15’’que se retienen
para toda una vida.
Es como
cuando sales a la realidad y te dan información donde reconocen lo que se hace
mal, pero, te dicen que a ellos mismos, incluso, les ha pasado porque saben que
en todo, existen cosas que nos superan, que nos hacen sentirnos pequeños.
Cuando has intuido esa ola que te iba a retener, conociéndote, descubriéndote,
jugando, tienes que ser feliz, en tu dolor, porque quien te dio la vida, te la
entrego para que tú te descubrieras, imperfecto, pero creciendo, ¡Qué mejor
momento que este!
Y como sé
que soy un plasta, paro, por hoy paro, me salgo por hoy a la orilla, existen
mil mundos en nuestro pequeño tiempo en la vida, jugando con la corriente que
nos ha tocado vivir.
Muchas
veces, ahí, en la orilla, os veo pasar, os respeto cuando vais subidos sobre
esos troncos, que pueden ser buenos, si arriba como buenos gancheros lo sabéis
controlar.
Os pido que
no dudéis si de reojo me veis que permanezco en silencio. Me siento débil y no
sé si me equivoco. Pero esos troncos no los manejo y me callo como respeto para
que vosotros los controléis en sus diferentes cambios de rumbos.
Me gustaría
que sintierais que este tiempo que cada uno ha pasado sin su ser querido, me es doloroso
porque trato de imaginar esos pequeños grandes momentos de decaimiento. Pero
estoy ahí, desde el respeto, y siendo poco, espero que os sintáis acompañados, también
desde mis textos.
Pikadre sabe
que el agua no para; el tiempo es inexorable y seguirá descubriendo espacios
para conocerse él y a los demás.