En la movida en la que no me esperaba estuviera Reinaldo, aparecía Bea y el ambiente, en ese momento, se caldeaba hasta un límite donde el invierno se deshelaba.
Ella entró convertida en un obelisco con una ácida punta que es más peligrosa que un basilisco que siempre sabremos que tiene su debilidad en la superficie.
Miraba una y otra vez "marcha Radetzky" y este, cuando veía la cara de "mala hostia de la nueva pianista, se enfrascaba en la teclas. Sabía, porque vivieron una historia de amor apoteósica, aunque la madre de ella, por disimular, un poco avergonzada por las fotos que pudo ver, la llamaba apostólica que ya me dirás que tiene que ver una postura inverosímil, con la que han emitido cinco miembros de una suprema Suplantanción que pueden exhibir su "chorra" haciendo el molinillo, que siempre tiene sus clientes; sino que se lo pregunten a la Marga, que aunque sea vaca, cuando ve rabos al aire, todo le vale.
Reinaldo es otra cosa, como Jorge, de Ilegales, ama la música desde lo más profundo de su niñez. Así todo era ritmo y su voz atronaba, incluso en infantil que ya te los imaginas como los muñecos de pin y pon, pero nada, cogía una escoba y se desplazaba encima de ella, que era una forma rara, de narices, de coger el micrófono al que cantaba.
Lo he sospechado, alguna vez, pero no puede ser que a tan tierna edad se diera cuenta de todo el dinero público que en nombre de la libertad, recibían siempre los mismos, que es quienes se pasan dicha palabra y sobre todo lo que significa, por debajo de su pabellón púbico, que es lo que, pienso sin más datos que esos cinco ¿prevaricadores?, no terminaría de entender bien, el chico que es a quien me refiero; porque si mencionamos a Jorge, este si lo tenía claro y por eso, nos dio su voz para que nos imagináramos rompiendo todo lo atado, que quienes lo ejecutaban nos metían en tiempos salvajes, y él nos arrojaba el plato musical, para que no nos quedáramos quietos
No hay comentarios:
Publicar un comentario