viernes, diciembre 05, 2025

Norman y lo incorrecto

 Nunca he sabido si lo correcto es escribir un libro o cuando he tenido un éxito dirigirme a quien me va a dar un premio y recordarle que podemos ser mejores.

  De lo primero estoy lejos, perdido entre las marismas del día a día; siempre es mejor decir que gana la inmediatez para esconder que nunca podrías alcanzar la brillantez. Es un buen método, para esconder deficiencias; a la pregunta de más corrección en lo primero o en lo segundo, lo dejamos en la persistencia para acudir a las profundidades propias con salida por una chimenea donde un pastorcillo cree transcribir lo que acude entre el fuego o unas partituras. 

  Norman que es mi nombre; añadieron la n por disimular, en Iowa mis padres creían que ponerme Norma podría ser muy de sentido común, cosa que Eva, la amiga de mi madre le corrigió porque existen tantos sentidos comunes, como ganas se tenga de mover la balanza.

   Tu, imagínate, por aquellos días, donde se advenía mi bautizo, también pasaban cosas de despacho, que parecían despachadas en cualquier barra de bar, donde se acodaba un "chulo putas" y te decía, "tu me pones". Pues aquel despacho, que podíamos llamar también panadería se cocían sentencias sin pruebas y tu fíjate que en un primer momento pensabas, se habrá roto la aguja.

    Pues no, resulta que Florenacierto tenía un imán que solía tener la forma de dólares o universidades privadas, concedidas por la gracia, vamos por el cachondeo de quien se vería favorecido por actuar de acuerdo a la norma. 

    Esos ejemplos que ponía Eva, a mi padre, Ethan le molestaba; su padre, mi abuelo, había partido hacía el Oeste y sobre todo un autobús al que dejo por la mitad, cuando iban a llegar a la mina de oro, los indios que poseían las tierras y fue él primero que las registró. Se hizo rico, y beodo y al poco tiempo mi padre y yo después, concebimos un sentido de la indecencia ancestral que borramos con mi nombre Norman. El poder de la palabra, dijo un avispado padre a su ya, siempre, achispado, suyo, también padre.

    Rocío, por las mañana, me despertaba y me arrullaba en sus brazos y en sus pechos, que está mal decirlo, otra incorrección, pero los poseía perfectos, con una cierta exuberancia. Ella había recorrido alguna cama que otra, para su primero, disfrute y luego, en el deseo quebrado de quienes eran arrojados al olvido, de un cubo en el que se pudrían sus deseos de posesión única. 

  Allí, en aquellos lugares tan hediondos se encontraban las órdenes de utilizar la Sanidad Pública para llenar los bolsillos de aquellos señores, anteriores, que, a la vez que su estúpida frase de más arriba, añadían, "póngame una copa más", que ese exceso es el que les da la desvergüenza para decirle a una mujer, "me pones"; bueno eso y el que te sepas impune porque desbalanzado "echador" de sentencias, allá sacado una como la bruja que te lee las manos y te echa las cartas trucadas, que tú, ya lo sabes y te aseveras, para lo que me han echado en mi pajar, donde pasto y lo que me queda dentro de lo público que luego me abrirán sus privadas garras, las empresas por mí favorecidas, me cago, no es correcto, otra vez, pero si muy ilustrativo, dentro.

  A David le pusieron Uclés por el padre; a mi, Norman, me pusieron ese mismo apellido porque hubo un tiempo en el que Ethan anduvo por las cercanías del Monasterio de Uclés y por allí, andaba un tal Jesús, que no subió a los cielos, lo único que hizo fue andar por el mar de la Mancha dar calidez a mi padre, con la sabiduría de sus consejos y las compañía en un proyecto por el que rompieron las primeras fronteras. Se fue, y mi padre, ya enamorado de Rocío, no sólo por la mañana, comprendió, otra vez, que la norma era la muerte y por disimular, la adicionó una n que es la que a mí me carga.

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