sábado, noviembre 01, 2025

La isla que se mantiene peninsula sin balcón

   Alguien mira al inicio de un pinar. Los árboles ya no tienen que ser cortados para calentar el frio que anidaba en los huesos hambrientos.

  El silencio se agarra durante la mayoría de los días en las que las hojas se caen para soñar con otros suelos; los hielos, ahora sufren por permanecer y las nieves luchan exhaustas por salir en fotos, para creerse perpetuas.

    Durante una pequeña época todo se despereza, ahora ya con gente ajena, con convivencias donde no hay nada en común, ni horarios, ni en forma de desplazamiento, con tantos horizontes como quebradas se pueden observar en un paseo por los alrededores.

    Alguien, hace un siglo, sin que sea una metáfora, decidió que la vida común de aquellos años, podía tener un recreo cediendo su puesto de observación, para que se mostrarán habilidades deportivas entre los mayores y la juventud que convivía en el campo o en las escuelas, día a día

    Pasaron años donde lo que parecían salidas, sin retorno, a Itacas, lleno de peligros y encuentros con monstruos, se convirtieron en casi paseos de poco tiempo. 

    Había sucedido algo, en ese lugar, ahora convivía, de forma esporádica, gente con vidas donde nada, apenas, coincidía, ni costumbres, ni horario, sólo parecía haber común, un espacio en el que todo lo demás les era ajeno, incluso los olores de los sudores.

   El balcón había dejado de abrirse; por años, una apertura circunstancial le daba la apariencia de haber sido una morada y venían a la memoria el arrullo de la lana de los colchones.

   Se pretendió agradecer a aquella cesión, creando una isla para que algún nuevo Robinson, se sintiera feliz en los bosques que existen en una casa. 

   No se consiguió, el istmo de suelo y las paredes laterales siguió haciendo península, a una casa que ya no estaba vacía.

   Nada ahora tenía sentido, aquel espacio de gente con convivencias diarias, en trabajos que apenas cedían tiempo para un común recreo; ahora no era la península de David Uclés, sólo un lugar donde el ocio se imponía que fuera sólo de quienes eran ajenos a la convivencia, sólo buscando su propio beneficio, ajeno al de quienes, en un atemporal suceso, lo cedieron para un común solaz.

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