Están las ciudades con sus luces más o menos tenues y luego el fuego que devuelven los animales que pululan por la oscuridad de los campos.
Y allí, al fondo, Arthur
Hombre, hombre, hombre! ¿Qué hace usted por aquí?
Vine hace dos días, caminando por los lugares más tétricos del mundo. Encontrando pobreza, en las tierras más ricas y desesperación ante las mirillas de quienes se las llevaban.
Vicente, es de natural expansivo, entre sus rutinas tiene salir, cada pocos meses, a visitar monumentos, tanto hechos por el hombre, como, aún, naturaleza aún no destruida por este depredador.
Eraseón, el narrador, cree haber conocido en un viajero que pasó por delante de su casa y se sentó en un pequeño banco para comer. Pidió lo que tuviéramos y allí, dejó una propina que a sus abuela le borró una pena infinita que tenía amueblando su alma desde que Sebastián embarcó en aquel tren de la droga y le consumió.
Del quien no podemos inferir una animadversión manifiesta hacía Vicente; pero tampoco puede ocultar que, en su día a día, aquí en su casa, aunque suele llamarla también al Universo, tiene unos ciertos comportamientos, más bien despectivos, hacía quien se quiere establecer aquí. Les concede que puedan estar pero le señalan la puerta de servicio para que no moleste en las portadas de su instagram donde hace montajes con su puerta principal que se abre y aparece en Tasmania, mundo visitado para su intriga y admiración. Otro día, la abre y aparece con una tribu ancestral de Misouri, allí, una niña va a ser deportada a Groenlandia. Lo quita de inmediato, todo es glamour en su ventana a la Red.
A Arthur le apaña unas horas, por un plato de lentejas, o cualquier otra cosa que quiera hacer en su cocina. Es generoso nuestro viajero, comidas exóticas y alojamiento, que limpiara junto al resto de la casa, a cambio de trabajar después en sus campos.
Eraseón que vuelve a aparecer en nuestra historia, cuando Tom dejó dicho que el narrador debe desaparecer, recuerda que junto a nuestro rico protagonista, llegó otro, todavía más rico; generoso a más no poder, derramaba billetes que eran céntimos y si, ahora recuerda para el lector, también era el más criminal, en su macuto llevaba un rifle y 6 balas, todo se lo habían vendido, y él pagado, con el producto de la especulación.
En tres días, hubo dos muertes de una cierva y un macho cabrío, para más señas, en nuestros bosques; dos asesinatos, de Finismund y Arcabud, aunque este último, en el instante final, consiguió desviar el último disparo que le quedaba, al darle, una décima de segundo antes, en la cavidad craneal, que despidió pus y sesos malolientes. para nuestra desgracia esa ultima bala dio a Cigüen que creemos traía alguna buena noticia pero está se estrelló en la selva de la Nada y nunca la encontramos.
Arthur, que si que era nuestro héroe, salió de aquella jaula y siguió buscando su reconocimiento como humano; entre aquella multitud de miradas cegadas
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