lunes, noviembre 24, 2025

No levantar sospechas.

  Cuando un zorro se encuentra de frente con Camilo, este no tiene otra opción que continuar con su camino. El primero analiza las posibilidades, se da la vuelta desaparece y unos segundos después, el hombre ve en la cumbre de una muralla la raposa como si esa altura le diera la posibilidad de una mejor defensa o ataque, aunque Camilo no parece querer acompañar para ninguna de las dos cosas. Es lo que tiene el campo, te quedas trabajando un poco por aquí, un poco entre otras bestias y te das cuenta que no tienes muy claro "el sentido de la vida". 

  Mejor lo tenían los Monty, pero claro, a quien llamas a John, a Michael, a Eric, a Graham o a los Terry; a cada uno de ellos, allá por donde estén; y siempre en nuestras mentes para romper las líneas en las que nos encerramos.

  Con Emilia, es mejor así, no levantar sospechas. La dices, creo que voy a salir por aquel pequeño agujero y enseguida te empieza a hablar del primer trasplante que sufrí. Lo cuenta con tal realeza que parece lo has sufrido tú, que si, pero bueno es como dicen en los sitios de reunión más pulcros, por la corbata, uno, a veces, se entera de lo que es el último y sobre todo porque te lo dice algún puerco que dentro del esmoquin tiene la cuenta de resultados de sus cacerías. 

 Antes Ángeles te ha retratado en un cuadro, pero porque su niño Universo te ha hecho una foto en modo satélite; que tú te preguntas el por cuánto que no sabes si Ana lo hace por saber del tiempo o por la duración de la exposición al que se ha sometido a la intemperie, que es donde se sale uno, cuando está resacoso.

  Y aquí está el problema con Emilia que siempre se acuerda de la escena asquerosa en el restaurante. ¡Vaya vomitona que le produjo, cuando me vio con mi nuevo pelo, injertado, en la parte trasera de la cocina, que, siempre me ha parecido o que el champú, o aquellos primeros momentos las raíces se chamuscaron un poco.

    ¿no lo huelen?

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    Ya me parecía a mí, se acostumbran a pasear por el pinar y se difumina el olor.

    No importa dice ella, siempre podrás ir a Montevideo; te pone un churrasco entre pecho y el tejadillo y a ver quien te mueve. Ni tan siquiera tus opiniones te agitan, ni antes, ni después de usarte. Que es curioso, te estaban esperando y Graham, hala, te mete detrás del árbol y ¡por favorrrrrr, por favorrrr!

  ¡Que escandalera!

   Si señora, piso segundo, puerta, por abrir

    

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