En Made England, Martin Scorcese hace una declaración de amor al cine de Michael y Emerik.
Corriendo al atardecer, no se puede evitar, el sol escondido lanza al cielo los colores que nos recuerdan a Marisa Paredes.
Es el cine, al que fallamos; es su compromiso con los personales reales a los que había dado una vida creible en la ficción.
La tañen Gerardo Tece, quizás con demasiado ironía para gente que peta en las mentiras que asume, pero deberíamos hacernos burlarnos de los pequimenetres que las expanden.
Es Pablo, histriónico que la celebra con sus análisis alejados de lo vendido para consumo rápido. Iglesias disfruta en este tiempo, porque saca su capacidad de análisis de todas las ciénagas por las que se van rebozando nuestra realidad y no tienen, y se agradece, ningún cortapisa para exponer a la luz la mediocridad de una progresía timorata, cuando enfrente existen verdaderos depredadores. Dispuestos a dar dentelladas sin miedo a llevarse por medio la convivencia que luego rematan utilizando la violencia para proclamarse ganadores.
El último pálido naranja, antes del anochecer son sus dedos, para empujarme ante ella y su regalo como abrazo.
¡Invéntate algo! no hay cama elástica pero tampoco su voz de caricia
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