miércoles, octubre 16, 2024

Fue una banda

 Delicias tomo el violin y lo estuvo afinando durante unos minutos. Hacía un tiempo que no lo tomaba y no sabía si la humedad le había producido un destemple peligroso. Miraba el estuche donde lo había guardado pero tenía claro que la habitación donde lo había dejado no era el sitio adecuado.

  Había salido rápido, pensando que volvería al día siguiente. La furgoneta la estaba esperando y ella había apurado el tiempo para escribir lo que pensaba sería su último post. Tras unos largos 13 minutos que exasperaba a la gente del interior, dieron un último pitido y a los 32'', el raspas encendió el motor. 

  Delicias comprendió que a partir de ese instante tenía 2 minutos. No repasó lo escrito, sabía que eso era un seguro para un nuevo aviso de Estela para decirla que aquello sería lo último, si no había un mayor cuidado en la entrega de un producto que hacía meses esperaba por el deleite que obtenía en su lectura.

   Lanzó un caluroso beso y un sonoro hola que pareció congelarse en las miradas gélidas del grupo. Al beso se lo quitaron del carrillo que debía haberlo recibido; lo arrancaron con los dedos y estos lo lanzaron al suelo. Sólo Andrea dejó que rebotará en la chapa y lo guardo en el otro lado, se le encendieron los mofletes.

    Para aquel bolo, se había llevado el ukelele. Sería una noche, pero se convirtió en una semana. Del éxito de la primera noche, aparecieron en la capital al día siguiente. El domingo, Delicias tuvo pequeños descansos en el lecho de aquel Ibis, entre las horas de exploraciones mutuas con Ander. 

    De forma sorprendente averiguaron su paradero y esa misma noche tuvieron otro bolo en un antro al que Estela había prometido que acudiría el grupo. Andrea se negó a cantar y fue ella, Delicias impregnada de besos y el sexo la que lo hizo. Tuvo que hacer un esfuerzo tremendo de concentración. Ander parecía estar presente en el escenario, cuando recibía unos calambrazos en la espina dorsal que la hacían retorcerse para regocijo de los pocos espectadores; alguno también acudía allí, por la música y por contemplarla.

    Había un festival de jazz. Les contrataron para los tres primeros días, para las sesiones matinales que tanto éxito tenía entre las familias que acudían con las niñas, estudiantes de diferentes instrumentos musicales, que en aquel paraje era una religión.

    Así que la afinación se alargó durante más tiempo del previsto. Eligió, hacer ese trabajo con el himno de la Alegría y con unos drones que le permitían una mayor precisión.

    Le pareció que poco a poco, el violin le devolvía el sonido que amaba; en ese tiempo que había durado ese trabajo, le había venido algún flash de los dedos de Ander anhelantes de impregnarse de su sexo; a la vez, lanzaba pequeños grititos como para estar seguro que la voz con la que había cantado los anteriores días, permanecía en ella. 

    En ese tiempo de encontrar notas, le había crecido el ansía pon cantar y el de retener al ser, que aunque se fuera al día siguiente, la materializa cada uno de los placeres que viajaban en dedos, pieles, boca y claro, lengua, aunque parecieran multiples.

    Sabía que otra banda había nacido esos días.


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