Se metió por unos vericuetos por los que nadie había llegado para descubrir los orígenes de aquella nave que había aterrizado al lado del río.
Siempre los paseantes llegaban hasta un punto en el que la tierra se había hundido y preferían volverse con el grupo que llevaba un gran número niños y niñas. Hubo una familia que había atravesado aquel abismo; cuando regresaron, lo hicieron sin el hijo pequeño; no quisieron dar ninguna explicación. Se apoyaron para ello en un miedo extremo.
Quedó a unos cientos de metros de aquella extraña forma; había llegado dentro de un gran destello pero, este se había ido diluyendo hasta quedarse mimetizado con aquel prado de un color mestizo, que, sin embargo, aquel artefacto había tomado a la perfección.
Empezó a andar confiado; ese día sabía que no podría practicar su deporte preferido. Su vida se había cometido en una repetición de certezas en las que cada vez se encontraba más cómodo y que por ello, veía que las garras de lo obvio le permitía cada vez menos movimiento.
De repente, un ruido ensordecedor quebró la paz de una piara de jabalíes que vagaba cerca del río. Un ciervo que procedía a montarse sobre unas de las ciervas que serían inseminadas en estos días, emprendió una terrorífica embestida sobre la hembra, que como el macho, quedó herida en sus entrañas y el otro, en su miembro que pareció quebrarse.
Un macho cabrío que estaba a cientos de metros, emprendió una veloz carrera hacía nuestra nave; el hombre se percata de ese ataque. aún lejano. Cree conveniente poner sobre aviso. Comienza a levantarse.
Por un segundo se ve volando en una nave con una joven; es una aventura pasajera, vuelan y se divierten pero la nave pierde altura, aterriza y la vida les vuelve a separar.
Deja a un lado el papel en el que había empezado a escribir aquel acontecimiento. Sabía que nadie le creería y no le importaba, porque soñaba con narrar cosas mágicas. De alguna manera, le dolía que le acusarán de escribir de una forma tan liviana sobre las realidades de las que se ha alejado tanto. ¡Qué sabía él de la PAH, si les había dejado en su locales, sin ofrecerles su presencia que siempre es tan importante!; ¡ Qué contaría sobre los miedos que paralizan y siegan la dignidad de quienes se han preparado para interpretar las leyes!.
Cuando ya, casi, podía sentir el aliento del macho, se descubrió débil en su condición. Le faltaba imaginación y siempre se limitaría a ser un mal narrador de las noticias diarias. El cabrío le aferró, le montó sobre sus lomos y se dirigieron alocados hacía aquella nave.
El macho cabrío y aquel humano golpearon con estrépito con la puerta. Esta se abrió, les absorbió y aquel humano, luego liberado, reconoció con pesar que estaría condenado a escribir de una manera poco profunda y por momentos, zafia.
Nadie supo nada de aquel animal que había sido tan valiente; es triste reconocer que en su triste final, fue como un precursor de la cobardía de fiscales, jueces y militares que se desnudan cuando se dejan fotografiar con una manipuladora corrupta.
El hombre escribía esto tembloroso; su ego tapaba las carencias que mostraba en la escritura
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