Entras por la caverna de la noche con la inquietud de si podrás volver con el hilo que se ha ido deshaciendo.
Salió con un grupo de exploradores con la certeza que aquella cueva no tendría más profundidad de la que todos los datos en los mapas y en los escritos, le decían que sería un emplazamiento para pasar una amorosa noche en un lugar poco común.
Se acercó a un pastor, acostumbrado sólo a contemplar; cuando llegaba alguien entonces de una manera enigmática describía la realidad a la que se había anclado entre cabras, perros y alguna que otra alimaña que merodeaba por el lugar.
Preguntó Julio por los datos "en terreno", para confirmar las informaciones que traía. Demetrio se le quedó mirando, y se apoyó en una muletilla con la que empieza sus circunloquios. No sé yo; luego sí, añade, pero mi perro anduvo descarriado tres días y salió de aquel lugar y pa'mi que no es de estarse rodeado de oscuridad durante mucho tiempo-
Cecilia, que si por Julio fuera, la seguiría por tierra y por mar dando palmadas de complicidad, le da un pequeño empellón con el codo, regresan sobre sus pasos y le explica que todo lo tienen que hacer de una forma más lenta, pero más minuciosa, por lo imprevisto que pudiera haber dentro.
A él, estas cosas no le gustan nada, cuando emprende una marcha, volver hacía atrás le parece un retroceso. Cree que ya tiene los medios necesarios y los conocimientos suficientes.
Aún así, se prepara para dar su brazo a torcer; aunque en el camino, cabezón lo es un rato; al irse con diferentes grupos o personas solitarias, buscar amurallar sus certezas; entre ellas, busca alguien que le de la razón. Jorge lleva un ligero, pero adecuado equipamiento para penetrar en esa "mapeada" cueva y por lo que ve Julio, no parece que tanto esas cuerdas, como los mosquetones y los cascos sean parala cosa de nada que les han transcrito
El ínclito explorador le escucha con atención, a lo que une una soberbia desafiante, en un seguridad personal con la que cree poder superar los diferentes obstáculos. Ante la invitación del segundo, él le pide a Cecilia que le esperé buscando unas setas, de esas que caen como besos de agua, sobre el paladar. Regresa con Jorge, el cual le da dos indicaciones básicas a la entrada. Las oye, pero minutos después, cuando vuelve de su intento fracasado por seguirle unos metros, reconocerá que no le había escuchado.
Sale malherido en su brazo y destrozado en su ánimo. Escucha lo que hará Jorge y como utilizará todo lo que lleva, sencillo pero imprescindible para encuentros que inesperados.
Regresará con ella, una media hora después. Repasarán juntos el uso de los diferentes instrumentos que han traído y a los que nunca, él, había prestado la suficiente atención.
Todo, para él, es en exceso lento; con ella, como una melodía con la que te dejas mecer, entretenerse en cada uno de los preparativos es como arrojarse al lado salvaje de la vida. No todos lo quieren tomar. Él si, ¡sólo que tiene momentos de tanta ansiedad!. Tiene miedo que todo se le escape, que haya llegado demasiado tarde para explorar lo que pudiera ser un mundo en otra dimensión que parece haberle indicado Jorge
Itaca, recuerda, Itaca, como el sueño que todos tenemos, que cuando lo alcanzamos, quizás nos resulté pequeño.
Mas haber viajado con Lluis Llach, haber parado en una isla solitaria para engañar a l Cíclope, o haberse atado a los mástiles para que las voces de las perfectas sirenas no te hicieran abandonar tus torpes aprendizajes.
Entran los dos, ya bien pertrechados, sabe Julio, que sólo hace dos años, no hubiera sido capaz de meterse en esa cueva, que lo único que le ofrecía era oscuridad, donde sus inseguridades se hacían monstruos.
De pronto, Cecilia intuye ver una imprecisa claridad. No sabe si le viene de la entrada, raro, o es que existe algo por donde se haya colado esa difuminada luz.
Le coge de la mano, le hace que de pequeños pasos, que se aseguré con el arnés bien puesto y aunque le habla de pocos metros de caída hasta una repisa suficiente para los dos, le anima a que fijé su cuerda, coja su descendedor, su polea y realicé un rapel.
Toda la seguridad que tenía afuera, se la entrega a ella; tarda unos segundos, eternidades, añade él, para reconocer su derrota; y ella, tras descender, apagar la luz y quedar todo, en un silencio que le resulta aterrador a nuestro protagonista; encenderá la linterna apuntando hacía Julio, de sus ojos caen lágrimas, que él no puede ver, porque, entre otras cosas, se asustaría y con voz entrecortada Cecilia le dirá
Ves muy despacito, lee ese agarre, reconoce lo que te va rodeando.
A pesar de tu pereza, no lo dudes, ahí abajo existe una sinfonía de luces y agua. Lucha contra tus miedos y desánimos. Existe un abismo hasta penetrar en ello, pero en nuestro camino iremos recibiendo besos de agua, de esos que tanto nos gusta y con los que nos vestimos.
Arriba, aburridas, en un rincón, han quedado certezas y cortapisas en las que se escondía la melancolía de conformarse con los mapas, cercados de los que te imponen sus marcos.
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