domingo, octubre 20, 2024

Gallito o gilito

  Se acerca la partitura; de alguna manera observa cierta entrega en el paisano. Duda de su persistencia:

   ¡Ahí tiene! Gallito del Maestro S. Lope.

     Uhhh! por aquí; ¡uuuuUUUU, por allá!, la examina, la deja en la mesa, imposible. No, insiste, te acuerdas de cuando fuiste al examen de mecanografía y el sonido coral te hizo pensar que tu ibas superlento. 

      La coge, va al compas, lo repites, diez veces; avanzas y ahora queda el análisis. 

     No, ¡eso es no tocar! 

     Si, eso es destripar la conversación que existe entre las notas. Igual que la cara de Broncano aparece entre el paleolítico porque allí, entonces, también había humor. y con ese se enfrentaban a mamuts o emprendían relaciones sexuales.

     Sudores en semicorcheas, toboganes con precipicios, no una, varias veces. 

      Deshielo en el montacargas. Siiuuu, no confundir Carlos, el silencio ante la injusticia, os condena. Pides, sean justos con tu partido, pero te lavaste las manos, ante la bellaquería de muchos de los tuyos.

      En la sexta menor, descubres una historia de amor. Te descubres migrante musical, con la diferencia que la música te acoge, le caben quienes se arriesgan a cruzar los desiertos donde las músicas se oyen al anochecer, cuando la arena se calma de los viajes emprendidos.

       La bossanova derrocha sensualidad por esa sexta. En Ipanema nada mucha belleza; la vista es tan incompleta; la descubre, se balancea su cuerpo, se entregan sus mentes. 

       La música ahora es interna y la plenitud se produce en pequeños escarceos; aquí un beso, por allí, una mano con su dedos catadores; una oreja, pero no cortada es salivada sin peligro de que haya un débil talón de Aquiles.

        Gallito, mucho, pero en sus partes, se construye en el lector



  




     

         

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