Andrew procede de la banlieue de una país indescriptible. Se formó en la calle y en su juventud se embarcó en un viaje que le llevo a otro país; donde habita con los condicionantes de ser un señalado.
Pasados muchos años, adquirió muchas de las costumbres del vecindario donde habitaba. Una era que la gente con recursos limitados, echaba parte de su futuro a la suerte. Hubo ancianos que confiaron en la lotería y en la quiniela porque en su condición social, sólo encontraba agradecimiento a quienes se decían hacedores de un mundo de orden; no cuestionaban rapiñas y traiciones.
Andrew no, sentía el vértigo como cuando cogió aquella patera de muerte; estable en su trabajo, confió su afán por cambiar su suerte, al poker.
Todo siguió el plan estructurado que existe en cualquier barrio de las afueras; jugarse los cromos, competir por las bolas o una peonza nueva y luego, ya apostar a los montones, no se necesitaba ver los personajes.
En los bares para los obreros hizo sus pinitos sobre con las cartas, mus y cuando este se quedó encasillado en una bebida apostada o en unas ganancias limitadas, se abrió en aquellas mesas el póker. Largas partidas y rotura de los horarios en el que vivían aquellos seres migrantes.
Acostumbrado a traspasar fronteras, la de ir a los barrios ricos, no le pareció tan difícil; bajo sus apariencias y su menosprecio tenían sus mismas debilidades; su pasión por el riesgo, andar por el alambre, mirar a los ojos a la muerte.
Le gustaba hablar con Lucía que le revelaba cosas del sentido común. Él compartía el brik de vino de los arrabales.
Ella creía que todo tenía una lógica; él se la rasgaba, hasta dejar a la luz muchas de las miserias
Un día, hastiado, cansado de escuchar de la perorata de lo interesante de vivir en lo establecido.
Andrew cogió una de las cartas de póker con las que ensayaba
Mírala, las cartas son las mismos para aquellos con los que jugaré mañana y para mí. Los mismos tréboles, las mismas posibles escaleras de color; las parejas, las misma posibilidades de repóquer.
¿Sabes lo que nos diferencia?
Ellos tienen un dinero infinito; él suyo y el que tú les pagas, con tus impuestos en las construcciones estatales sobrevaloradas, en las comisiones a concesiones que realizan
Cuando me acercó a su mesas, me digo; ¿Cuánto estoy dispuesto a perder hoy?
Imagínate a un profesorado de la enseñanza pública en huelga porque una administración hace una apuesta descarada por quien privilegia a uno sobre los otros.
Perderán siempre; su contrario tienen las cartas marcadas y las tuyas son débiles
Mírales a los ojos; saben que tienes una simple pareja, que tienes la responsabilidad con el alumnado, que piensas en lo inmediato; muy próximo; nada de ver lo que les dejan de dar porque se lo dan a los que seleccionan a otro tipo de alumnado.
No pensarás que se van a arredrar aunque lleven unas, aún más miserables, parejas.
Te miran, apenas pueden contener su sonrisa; se les escapan un je, aunque lo visten de una inoportuna tos. Eres funcionario, tienes sentido de culpa porque sabes que existen compañeras de estudio en peores condiciones y tu status te concede unos privilegios, incluso un seguro exclusivo; sabes que también discriminatorio.
Aún así, sabiendo todo eso, reconoce Andrew, siempre necesito esa sensación de precipitación. En las mesas que recorro, como esos profesores saben; tengo que llevar mucho cuidado; no, con los que más tienen.
Estos meten a jugar a unos colaboradores necesarios; a mi me intentan poner de los nervios, porque juegan sin ton ni son, como sabiendo que les cubrirán las pérdidas.; a las profesoras, estos enviados las hablan de orden; de la belleza de enseñar; del futuro, incluso aunque sepan que están admitiendo que rellenar papeles, no es enseñar, ni darles igualdad de oportunidades. Son seres que se muestran piadosos con los débiles, cuando saben que a estos no les pueden atender veinte mil papeles sin corazón
Aún así, le asegura a Lucía, acudo, porque es mi forma de vivir, cuando me embarqué en otro mundo. Ellos; hoy viajan dicen que a un fósforo, lo pueden romper.
Serán muchos, parecerán irrompibles, risueños, creativos con su pancartas para cambiar el mundo
Enfrente tienen a pirómanos y si están dispuestos prender la mecha; a ellos no les llegan las llamas cuando se queman las ilusiones de hacer una enseñanza pública de todos y para todas.
Los jóvenes, a estos últimos, les hablan de tirar la mesa y quitarles sus cartas marcadas.
¡Qué la valentia no sea inconsciencia, aunque lo parezca, tejamos lazos con el pasado, presente y futuro! Dice Lucia, mientras recoge en un abrazo al amigo, tantas veces, exhausto
No hay comentarios:
Publicar un comentario