No la conocía en su apariencia física; ¡cómo no voy a haber escuchado su nombre!. Muchas veces, pero claro su mundo, no es mi mundo y sin embargo, el otro día me miro.
Bueno, confieso que fui yo el que no pierde un segundo mirándola todo el rato. Es pura naturalidad y desde luego, "¡el cielo!"
Vaya naturalidad, vaya ojazos. y ahí la tienen, llamándome: ¡eh José!; yo siempre receptivo pero con ese pequeña precaución de no ir esa llamada hacía mí, en todo su cuerpo y su mente, como aquella otra vez; está vez he mirado para atrás. En la otra, devolví un besazo a una que pensé me lo había lanzado a mí. Me aclaro que no, el suyo iba dirigido hacía otro hombre; el mío no lo recogí, se lo mande a ella, por lo que pasó a posteriori, tampoco lo recogió ni lo guardo.
Ahora no, su perhaps y sus ojos indescriptibles se fijaban en mí y su movimiento de brazos y tronco superior lo imito, cien mil veces, pero sus movimientos son irrepetibles.
Y cuando se gira y hace que se va, es como si me lanzara por un agujero a un abismo en el que quedará caído de por vida.
Se gira y vuelve, y regreso a la vida y la amo. Ella, su profunda voz, el mundo vibrando.
Bailo ingrávido, lo mismo todo es una ilusión; pero ¡uff!
Y la realidad del Bilbao e Iñaki, emocionante ¿no?
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