domingo, abril 21, 2024

Lo que mis ojos no escuchan

   Iba viajando con las zapatillas puliendo el asfalto. Pesaba el negro ante que llegará la noche, impregnado con cada una de las barras; no prometía nada, sólo era una prueba más del concienzudo trabajo de gente que sabía lo que quería.

  Esa noche, una nueva nube se cernía sobre el cerebro por su enésima derrota. Se preguntaba si seria verdad la maldición que le había lanzado aquel aprendiz de brujo, aquel puente de Diciembre. 

   Pese a la soberbia que anidaba en el cerebro del maldecido. Con una puntualidad y crueldad perfecta, su sino se cumplía de una forma cruel, perdía todas las elecciones y parecía desaparecer en cada bocanada de aire que parecía tomar con la siguiente elección en la cual se ilusionaba con un mensaje que creía era honesto para ayudar para el futuro de la sociedad

   Temeroso se había puesto en manos de exorcistas, pensaba que un nuevo periodismo podría aliviar su desaforada caída a la irrelevancia. Lo que hoy le parecía tan sensato que estaba convencido iría creciendo de forma inexorable el poder de sus programas.

   Sin embargo, como le había dicho aquel hechicero, se iba convirtiendo en un púber, al que se le permitía jugar, porque su peso en la sociedad era muy bajo, apenas perceptible. Las llamadas televisiones y radios mainstream no les nombraban e incluso les desaparecían durante el período electoral. No querían que existiera para quienes iban a ir a votar

   En el instante mismo que había conseguido su objetivo, le sacaban "en volandas" y comenzaban a golpear en un pin pan pum impúdico. 

   Nunca el maldecido se había dirigido al nigromante para pedirle explicación de aquel embrujo; aceptó su predicción pero no la bellaquería de todos estos conductores mediáticos que no daban pie para que las Miren, las Isabel tuvieran sus minutos de gloria, pero luego atizaban en sus análisis postelectorales a un invisible Podemos; con una saña que más parecía miedo porque les había puesto ante el espejo de sus miserables dependencias de sus pagadores y las incongruencias de servir a quienes especulaban y no enfrentarse a quienes destruían las telas que sujetaban y sustentaban a seres tan diversos.

   Aquel adivino, estos emponzoñadores pedían contundencia por lo acabo que no tenía ya ningun valor en la sociedad y callaban por estructuras que se habían heredado desde el terror.

   Si hubo muchos instantes que pareció lo más lógico, el menos malo, ahora sabía que aquella fuerza del 15M, con sus debilidades y contradicciones estaban en un Podemos, aunque ahora menos

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