Coge un sombrero de copa, si puede ser; meten la mano y de repente, van a tirar para sacar el conejo y ¡vaya! que coge el animal, y de una forma similar, tira de los dedos de la mano del mago y ¡hala! la mujer lanza un grito porque no se lo esperaba.
Instantes antes, ella eufórica había sido señalada y vitoreada por una gran masa; ¿informe! no, no, por favor, está uniformada y todas siguen las formas marcadas por la elegancia.
Hablábamos de ella, porque como no le va a crecer el ego, si es una defensora de la vida; si, por encima, de la mujer, que tiene a decir sobre su propio cuerpo y vida posterior que va a tener.
La vemos eufórica, nombrada desde los más egregios lugares y a uno de estos acude. Ya hemos visto que como maga, confía en volver a sacar otro conejo de la chistera, pero hete aquí, que la dejábamos siendo metida por el sombrero de copa.
Seguro que a muchos de sus seguidores y a tí, como curioso, os ha dado por esperar hasta aquí, para saber hacía donde había ido, la idolatrada defensora de la vida. Pues nada, derecha, por afirmarse, por parecer de Sumar, a una fábrica de armamento.
Allí, ¿Qué pasa, hombre?, me impreca un directivo de la cultura de la muerte, que mea hacía bajo, por si sus seguidores tienen sed y o, que le he visto, pues se cree que se lo recrimino.
Yo, hago, como uno de los Ticicle, Paco Gracia, me encojo de hombros y como el árbitro de ayer, contra el Barça, indico que la jugada siga.
Así, que por allí anda, nuestra protagonista, en una mesa se han puesto a calcular cuantos muertos se han podido producir por un arma que toca con un cierto deleite la señora.
Aquí no parece asustarse de la palabra "muertos", por eso coge un patinete y va a otra sala, con una gran pantalla donde todos los accionistas de la fábrica, pueden ir viendo como meten los elementos mortíferos que van a producir miles de muertos. Ella, que está dando las ordenes oportunas para que está industria sea favorecida por el Estado que dirige, se asoma por la cámara y saluda a todos esos ciudadanos familiarizados con la muerte que producen y meticulosos con las decisiones individuales de las otras. Les dice: ¡yuju pueblo!; los telespectadores notan un estímulo como si se iniciara una erección, porque acaban de poner los dividendos que obtienen en este último trimestre.
Ella, que le acaban de informar de los mismo, ya sale de cuerpo entero ante el objetivo. Es dueña del mundo, se cree en un escenario y empieza a ejecutar, con una cierta torpeza, para que vamos a negarlos, los movimientos de los que aún no se recupera uno, de Miley Cirus.
Nuestra heroína nota que algo no le va bien. Hablaba con el público, buscando una interacción para parecer cercana. Su voz, no es la de mi señora Dulcinea de la voz, pero bueno, podría valer.
Lo que la saca de quicio, de forma definitiva, es que al mirar al suelo, que había considerado mullido, va viendo los cuerpos inertes de los muertos que han ido generando sus decisiones y el apoyo desmedido hacía la industria militar.
Ríe, jajaja, es más de forma desmesurada; nada se ve del suelo que recorre con sus tacones a modo de puñal.
Si, sigue así, el público seguirá tan feliz y ella, por la tarima de pieles y huesos empezará el baile de la muerte.
Guachi, ¿no?, mira, mira como me ponen todos los periódicos con sus mercenarios como adalid de la vida. Cualquiera se quita los zapatos, pisar los cuerpos desmembrados de la última cadena que he visitado hoy.
¡Qué no, que no! ¡voy a pisar yo a mis muertos!
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