Se manifiestan por una especie de Falcon Crest nuestros límites en el conocimiento de todo lo que rodea el cuidado de una viña.
Se gripa, la mula, como puede ser la mente de un ser enajenado por imágenes en las que enarbolan sus manipuladas neuronas y ondean unos ideales, hasta llegar a lo más hondo de su indignidad.
Traza la noche escondidos sobre los que editar una perdición. Acude la mente al encuentro con los que se invisten de la palabra libertad. Dan premios con esa grandilocuente palabra, exacerbando su importancia, a quien ha tomado un país desde su riqueza, y lo ha manchado desde su falta de respeto a las leyes internacionales.
Ponen carteles sobre el libre albedrio, como si el de ese magnate fuera el mismo del disfrutado en la plácida vida, llena de diarios y bellos encuentros de una ciudad universal; sin atisbar estos últimos la importancia de ser ellos o, haciendo una declaración, estos, proclamando lo ajenos que viven, estos parroquianos, a lo que parece ser una lucha de intereses contrarios, que les son ajenos.
Y porque, saben que estas grandes pancartas se convierten en algo cotidiano, sin vida propia, parte de un escenario, al que se adapta uno y agosta su significado; entonces dan un paso más y se preocupan de meter la grandeza de la libertad por los oídos, para que trepanen cualquier muro de cotidianidad que se escurre en la conversación en un parque.
Las ondas, no son como las japonesas, buenas, fiables, menos las últimas motos de Marc Marqués. Las hertzianas son de mucho de tragar, luego pueden vomitar infiernos, cielos, vulgaridades, desvergüenzas y bocachanclas pero para que suceda lo último, la radio dice "Aquí Andamios" y entonces Javier, se da cuenta de la modernez y responde "Qué pasa máquina". La primera enseña su boca de alimentación y es inmensa, hiperbórea, insaciable, pero cuando se la alimenta, tiene una cualidad maravillosa para quien la abastece, le es fiel, en el grado máximo y la verdad, la libertad pasa a ser la de ese proveedor.
Igual que Leoncio acudió a un cura para contarle que un ejecutado aún vivía y el preste se avino a sacar una arma de debajo de la casulla, para recordarle al Abadía, enterrador, que cumpliera su tarea, a la que le ayudaron unos policías, funcionarios, pero también ejecutores. Los comunicadores se hacen eco de la palabra Libertad, alguno hasta se arropan con ella, y con las joyas ensangrentadas de sus verborreas y falta de humanidad, eso si, "patrocinada por tal Comunidad o partido". En infierno podía estar en el trasvestido en una sacristía o en la arcadia que navega por la olas de la comunicación.
Radio Encubierta, fue una gran película, que nos habla de las ansías de escuchar música, en libertad. Los emisores condicionados por sus patrocinadores, claro que embarcan la manida palabra. La suben y entonces, sucede la magia. Toman una coctelera y en ella, meten una noticia atropellada, especulativa, ladina y canalla vomitada por un periódico que recibe, de forma caprichosa, el mismo apoyo de la misma Comunidad o de quienes está mantiene; entonces nuestro transmisor principal se hace eco. ecO, eCO, ECO, ECOOOOOOOO, de lo que ha dicho ese mantenido, que a su vez, se ha sumergido en otra pocilga, también con el mismo patrocinador. En un océano, las culpas se diluyen, aunque se intuyen.
El bulo contra el enemigo se respira por toda la sociedad, se instala, silente pero persistente en conversaciones cotidianas, entre cuadrillas, o en mesas con partidas de domino. Nadie lo dice pero muchos han absorbido ese aire poluto y le va haciendo efecto hasta que lo puede soltar en el lugar más insospechado. Allí, el ser ajeno, como nos decía en párrafos de arriba, o en esa conversación en la que te hace parecer que tu eres el contaminado, instala un dardo, con el que, eso si, acude condicionado por los aires obtenidos en sus bronquios neuronas condicionados
Llegan aires nuevos, huracanados o plácidos para disfrutar de los túneles del tiempo por los que hacemos prueba de vida, como lo son los del viento, para lograr nuestra excelencia en los momentos en los que nos desarrollamos.
Nadie en aquel espacio, atemporal, deslocalizado, intuye entre los gestos de quien con sus actos da vida a un lugar; que en COPE y todas ondas se pueda dar cabida a difamaciones, palabras abruptas, despreciables. Esa misma iglesia, con seres individuales, misioneros en tierra, adquirió no por la meritocracia del niño nacido en un belén y que fuera una eminencia en su vida terrenal, a no ser más que como orador, un mantel de libertad de la que manan Universidades, colegios mayores, institutos, escuelas, no con las pajas de aquel primer lugar, sino con los colchones que diferencian los dotados de los no dotados, en recursos económicos.
Se apropiaron del mensaje, los mercaderes, sin que haya habido una fusta de sensatez que se haya podido enfrentar a la del ansia furibunda de dominio.
Existe una libertad que se la entregamos al postureo y este, como un sinónimo fiel nos devuelve la postura a un tiempo de estar arrodillado, para ser asaltado por cualquier ser que bajo los faldones de una imagen a la que respetar, sacie con avidez los instintos de quien ha visto sometido a los crédulos y eso, en tu disfraz de dignidad, te conceda los servicios que otros te enseñaron a ejecutar sobre el sometido