Se pasa el día en el que se soñó visibilizar un proyecto. Hubo una efervescencia y se imagino un homenaje a aquellos tiempos, a aquellas personas, a aquellas ideas; estaba el pentagrama preparado para que leyeras aquellos pálpitos y escribieras las notas que les clamaran en abismos y montañas
Un día fue mirar una cosa; otro día, descubrir que estabas en un bucle y los más de los días, mezclar churras y las meninas, que es arte pero que se te llena de lana y no encuentra ni por un lado la belleza, ni por otro lado el abrigo.
El sol de hoy, lo buscas para que tengas las vitaminas D que te cuide de algunas carencias. Un día, pensaste en otra lengua, incluso a esta, con otros vestires y pudiera ser también en más nubes que aunque escondieran una luz, está brotaba por entre diferentes costumbres y endiabladas fonéticas. Como siempre, soñabas ir rápido, mucho más de lo que las palabras y frases te mostrarían lo desnudo que estabas. La energía era inmensa pero, poco a pocos, en cientos de detalles vistes que la humildad te haría que te volvieras sobre muchos de tus pasos. Exploraste en Dublin, en Edimburgo, en Norwich, en Manchester; no fue suficiente porque ni te convertiste en el explorador de significados como James Joyce, ni en escritor de las emociones humanas como William Shakespeare, ni en el lingüista Noam Chomski que pusiera nombre a las hecatombes, ni en el gran Cantona que diera una patada a los fascismos. Solo fuiste un pasajero, no un vecino como Kapucinski. No metiste un gol, ni en la mitología futbolística de Boby Chalton, ni paraste terminos, como balones De Gea. Años después, buscas cada sonido de Dylan por si te es familiar y, a veces, sientes que te quedaste lejos, pero el esfuerzo fue improbo y en Bob yaces con la almohada que susurra sus letras.
Este lunes, el profesor de saxo, me descendió del escenario donde ya soñaba reconocer pentagramas y sonidos. Una Gavotte de Bach y una Melodía de Schuman, se hicieron tan inaccesibles que la derrota y la caída de las alturas fue dura y difícil de aceptar.
Habría motivos para dejar las teclas, el tudel, la caña y el libro de ese sólo día, maldito; entre otras cosas porque el tiempo ya va pareciendo finito y el camino demasiado largo. Los atisbos de la perfección lo observas en tu compañero profesor; el bosque de dificultades se erige en unas líneas de pentagrama y, por contra, como en aquellos tiempos, de explorar el inglés, estos dos siguientes días, han sido de repetición, exclusiva de 10 líneas de descubrirte otra vez desnudo y de irte vistiendo con las partidas líneas, para que no se te olvide que cada nuevo intento necesita despojarte de los apriorismos e introducirte en las aguas de la ignorancia para que puedas leer los pentagramas, buscar los sonidos y dar un pequeño paso para que el siguiente peldaño este más cerca. Lo repites para otros, y lo olvidas para tí.
Divertirte con lo que puedes y deleitarte con lo que otros hacen y tú, intuyes, por vericuetos empedrados que como en aquellos tiempos, ahora, debes debrozar en otros lugares, con otros sonidos.
Poesía sonora que tiene claves y tu debes descifrar.
Mientras hoy, tocar cien días seguidos, te hace enorgullecerte y saber que los cimientos pueden ser la zona más importante de una pequeña construcción.
En cada instante, porque no se pudo retener su presencia, y sin esperar otras vidas; el homenaje a Raúl, está en cada una de las caidas, que el relativizaba, metiendo humor y el buscar dar un nuevo pequeño paso, como un homenaje a un Irati, en el que ves un corazón para que ame la luz, aunque existan días de tinieblas
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