Cuando hacía salto de altura me esforzaba en todos los aspectos; mi físico era impresionante, pero la técnica era aún superior. Iba desgranando cada uno de los aspectos y a cada detalle le daba una importancia suprema.
Aquello era complejo, con dificultades hasta en el terreno en el que tenía que hacer la técnica.
A lo lejos, era una raya; los días oscuros parecía un muro que se unía a los cielos. Aquello se acabó y mi transformación para la vida también se viene influida.
Años después a la línea del horizonte la amaba; por arriba la belleza era sublime, por abajo, descubrí personas preciosas. Se difuminaba porque todo era un continuo
Aprendí la pulcritud con la que se tiene que pasar el listón, aunque algún paso al límite, se quedó temblando por un eterno segundo, también culminó con éxito.
Cuando ahora, embarcado en cinco endiablados listones y otros muchos aparentes, me vienen a la cabeza aquellos sufrimientos, con fracasos reductores de autoestima, me dan ganas de abandonar la tarea; tan cercanos están unos de otros que algunas parecen el lugar propio para trepanar el cerebro y otras, el ideal para cortar el cuello.
No se encuentra alivio porque parezca una apropiada escalera a la gloria, cuando todo indica puede ser descifra como el acceso a un patíbulo y eso que a Robe no le dejaron demasiados recuerdos, sólo los que dicen automáticos, por corte certero entre cabeza y tronco.
Si aquel salto pillaba joven y concienzudo, para esta nueva tarea el tiempo tiene fauces infinitas y los dientes son serrados con los afilados días que luchan por no ser mellados por los rocosos fracasos.
Me reía, en mi interior, siempre, de la gente que repetía mil y una vez un gesto. Mientras yo exploraba sin descanso. Superficial, atrevido, sin límites. Si unos amigos me decían que un joven les había martilleado con la repetición de una frase musical, de un gesto atlético; yo me quedaba satisfecho porque eso no lo provocaría en quien me oyera en mi bloque. Todo variado, todo un suflé, comprendí un día en el que el listón se convirtió en una losa que prometía hundirme. Me iba avisando esos días; soslayaba esos temidos días, hasta que un día, una habitación insonorizada pareció ser una de las salas que utilizaba la inquisición. Me prometía que aquel mullido espacio, no sería mi estado natural
La enésima caída fuera de la colchoneta, me ha hecho amar y desear quedarme en una página, como hace años, repetía el talonamiento hasta hacer dormir al tiempo, por agotamiento y por mi deseo de ser un poco lo de aquel saltador, insistente, metódico y concienzudo en conocer el objetivo y el porque de los fallos.
Me decía una compañera, me sugería el profesor, me repetía una alumna, divide todo, por partes. No quieras el cielo estrellado de esta pasada noche. Infinito, bello, coge sólo esa pequeña línea que se te aparecía hoy, nueva; conviértela el si en la que da las manos al do y al la para ver los ojos de aquella chica a la que sólo la dije, hola y adiós, cuando el patio de Leones, prometía ser esclavo de Sherezade.
Al re el mi le ofrecía su rodilla para sentarse en el fa y allí charla de sus partidos soñados y de aquel compañero que murió cuando hacerlo en la carretera era una pistola con un cargador de 4 balas en uno de 6 disparos. Se conmueve el fa y ya casi cuarenta y dos años y las manos en las espaldas para consolarnos y tenerlo en nuestros actos.
El hueco entre el mi sol favorece descubrimientos como en un río vas saliendo a las orillas por si por aquellas aguas surgieran árboles derribados, hierros sin pesas y animales saciados ya de agua y vida.
Son grandes listones y verlas todos los días en sus diferencias nos hace comprender la grandeza de cada uno de los seres, porque cada una nos hace ser vida
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