Conversaciones para salir de su círculo. Memeces, y lo siento, por las que se vaga como en un tren de la bruja que da vueltas infinitas, sin encontrar una vía de salida
Te meten en el túnel y te sueltan un flash de terror; lo vas soltando, repitiendo como un mantra y cuando sales a la luz, quieres vivir ese instante como en una droga, aquellas ensoñaciones enganchan, aunque saben que, también, te engañan.
Sales a la luz, con una corbata y en calzoncillos; nada más viste, no ya tu cuerpo, sino tu mente. Podredumbre para en el lugar de representación de la soberanía nacional; te meas sobre el micrófono con tu cagalera mental, líquida que no distinguió por donde aflorar; al final por el pito, por ser macho.
Aparecerás por un piso, será el tuyo; abrirás la puerta, como podría ser, lo primero una pocilga y lo segundo una lumbre para apaciguar las fieras de ti, bestia. Enciendes la luz, o el candil y miras, una y otra vez a la pared. Examinas de forma minuciosa el hueco que te queda entre esos lujos de vomitonas sobre una elusión del pago fiscal, un salir de tu empresa por razones de lo más vergonzosas y un apoyar a todo lo más macilento que habita sobre la faz de la tierra. Al final, casi en varios centímetros libres, expeles tu bazofia de insinuaciones sobre la quebrada mentes que te dan cobijo. Estas las reciben entre risas de hiena: ja, ja, jo, jojo, jons. Ha hablado el más lúcido que alberga un atisbo de desvergüenza, menor que los otros; todos se refocilan sobre nombrar la zoofilia en un partido que, a su vez, les sitúa en la línea no evolucionada de los macacos.
Objetivo cumplido; mientras, Meritxell, ¿tan poco nos merecemos?
No hay comentarios:
Publicar un comentario