Cada poco tiempo me gusta recordar una parrafada que se marcó en la Plaza Cervantes, el Gran Wyoming, 26 minutos, de una lucidez mental increíble. Lo más hilado que he podido escuchar en años. De ese día recuerdo una afirmación que me viene a la cabeza en estos días, donde un juez parece disculparse de un error, (dentro de un tsunami de ataques que ha durado 9 años) y que sólo ahora deshace; después de haber sido utilizado esa canallada para vejar y atacar tanto a una persona, como a una organización.
Venía a decir: que lo bueno que tiene un juez en España, es que siendo católico, sus errores o mentiras, se las perdona un dios celestial. En Japón, afirmaba Monzón, un juez cuando pierde la dignidad, se hace el harakiri, me pareció muy bestia. Estamos aquí, que siga con lo suyo, pero esa virtud, que dicen cristiana, desde luego una confesión sin arrepentimiento y reparación del daño causado, creo que no termina de ser subsanada; pero que mismo da, si lo tienen a su servicio.
Cuando me encaramo, al último tramo, en el que se puede montar, antes de empezar el descenso, compruebo que no me he dejado nada en el coche. Casco, cubrebañera, cuerda, etc.; todo está bien. Comienzo a pensar que puede haber sido una equivocación, pero a mi alrededor existe un gran equipo. Mientras, vuelvo un momento a ese señor que se permite errar, sabiendo que cuando embiste, al otro le hace daño. Y si no lo sabe, sería un inconsciente. Aunque
¡vaya si lo sabía!
Como yo, que estoy en el río más arrebatador que he podido recorrer en mi vida
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