lunes, febrero 27, 2023

60, chin pun

 Cuentas las pulsaciones en 6 segundos y las multiplicas por diez. En ello andåbamos está semana pasada.

  Alguien habla mientras cuentan, casi todos; te callas. Alguna otra, pregunta por lo que estábamos haciendo. La cabeza tiene también los conductos necesarios para sacar el humo; la dices que cuenta sus pulsaciones. Otro, tras varias semanas, te cuestiona que para que y te haces la misma pregunta.

  60 segundos tienen su importancia. Sesenta minutos, la tiene de otra manera; no digamos sesenta días. Uff, yo, aunque parezca mentira, llevo casi el doble, tocando cada día el saxofón. Contento, y hoy tras seguir los ritmos que ponía en su podcast, Mario, también cansado y muy contento

  60 vidas, salieron de Turquía en un barco que llevaba casi 300 seres humanos, se han perdido, han muerto. 26.000 desde el 2014, hemos sabido que se hunden en el mar, como si no, como si fueran ilusiones, sueños; en tierra cristiana no son más que problemas, porque no pueden devolver al útero materno, para demostrar su amor a la vida.

  Uno recién nacido, otros muy pequeños, viendo luces y las plegarias pasar de largo porque las dicen piadosas, que les lanzan por amor, pero no tienen ni cuerdas, ni arnés donde asirlas, sólo prepotencia y cerrar fronteras donde atiborrarnos a los nativos primitivos de egoismo y de obligaciones en las que tenernos encarcelados por nosotros mismos que damos la vuelta a nuestra llave horca. 

  Una niña habría soñado ser doctora, un padre, dar pan diario a sus hijos. Una madre ilusionaba a su prole con sus bellos de crema de amor. Todo se hundió. 

   1 a 0 de nuestros héroes; alguno salido de la pobreza. Ensalzado a los altares por el dios dinero que todo lo posee, hasta los medios para que el pobre, sea el rico útil y el siga dominando el cotarro y el cotorreo

  60 vidas, panes quitado para comprar el silencio de quienes vieron robos, como otros, ven muertos. La función continua. El papeleo, en cajones, para retener el Open Arms y su torre de vigía donde avistar desvalidos y despertar conciencias.

  Mares de lágrimas por nuestra cotidiana indiferencia; nos hartamos de nadas, nos hundimos como sus cuerpos pero a sus mentes no les dimos el descanso de sentirse protegidos y personas; tememos pagar facturas en nuestras carnes, que ya olvidaron de donde vinieron quienes nos nacieron.

 Vivimos en chin punes de 60 décimas sin sonetos

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