jueves, febrero 16, 2023

Preguntas que te harías

 Pertenezco a una sociedad que me ha permitido ser parte de lo que amo, incluso con mis imperfecciones. Miraría a la pared y pondría algún reconocimiento fanfarria.

   Si miro por la ventana iría a aquel primer intento de maratón. Seis meses después de empezar Sevilla me esperaba y Vicente y José Luis eran mis maestros de ceremonia para ese gran estreno. Sólo llegue a una inmensa periostitis y a un momento de baile con un lobo, aunque fuera perro y la nieve el tablero. 

  Me chocó la temperatura de un principio de Febrero, de primaveral a veraniego, hoy 30 años pasados, esos mismo sol y grados parecen instaurarse en el centro de la península. No hacía mucho tiempo, comportamientos de jóvenes de aquellos lares me los explique por las condiciones medioambientales; hoy, cuando las noto aquí me parecen un fracaso. No renunciamos a nada y nos vamos haciendo esclavos de quienes nos abren nuestras pequeñas puertas para marcarnos sus precios.

  Nadie de entre nos consideran unos ilusos parecen querer comprender las sumisiones a las que nos van llevando, entre risas y pagos. Sentados en sus butacones, no encuentran las mismas grietas que se están agrandado en una sociedad que ve como la sanidad privada es introducida en lo público. Nos dan datos, ayer en un podcast sobre los precios de la sanidad en el "país más democrático del universo". Los cuatreros tomaron las tierras y también la libertad. Sólo quedó la suya y millones de familias rezan, unos porque encuentren algo que les falta y otros, por no caer enfermos y si llega el mal, al menos que lo cubra un seguro inspirado en múltiples excepciones; la bola de cristal era más benigna con el mal.

  Los miles de obreros despedidos de las empresas que poseen gigantescos convoyes con productos venenosos que amenazan pueblos y ciudades por donde pasan, como una secuela de los ángeles del infierno; esos trabajadores ya no tienen ese seguro. Iran vagando, soñando que la enfermedad no les ate a un cabecero o a un médico con la caja registradora al lado. Los desfavorecidos se comen sus males, por si alimentan y pudieran separar, en un mordisco el daño de la vida.

 Mientras los directivos, cada vez mejor pagados, se convierten en crueles mercenarios que son  capaces de hacer esos despidos criminales para que las cuentas de sus inversores sean cada vez más ingentes como su grado de deshumanización. Ellos a curas como Enrique Castro, les llaman "ciudadanos", mientras financian a los que subliman a los que defienden la vida del no nacido y callan, codiciosos, como son quemados en vida quiénes son puestos ante los seguros médicos draconianos, las condiciones esclavista de las grandes empresas que escupen sobre dar cobertura a quienes sirven y a sus trabajadores.

   El país "más en todo" tiene sometido a gran parte de sus ciudadanos; se lo permiten, otros habitantes, satisfechos y crédulos de formar parte de un conglomerado que deja fuera de una vida digna a millones de seres humanos. A esos su dios, esclavo y cruel, nos les reconocen vida porque entonces les pondría ante el espejo de su ser, caritativos por miserables. 

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