Me envía una carta Cleopatra, siempre la he insinuado que debiera cambiar de nombre. Cuando yo digo que tengo una amiga con ese nombre, sonríen y me dicen, ya y tu su amante. Cuando me pillan cruzado, les digo si, soy Quinto Prepucio y ahí empieza el jaleo que si eres un exagerado, que ¡Qué carácter!, que así te estás quedando.
Ella, alguna vez se lo ha planteado, pero no sé ve en otro nombre, si acaso Membrilla, pero claro, el primer momento hace gracia, pero tener el mismo nombre que una presidenta de una Comunidad, tampoco es una opción.
La doy mucha coba, que sí somos únicas, que si peor lo tienen los bocazas que hablan de la crispación como algo ajenos a ellos; como si morder fuera lo común entre los suyos, pero cualquiera lo escribe.
En la misiva me habla del próximo viaje que me ha preparado. Nos vamos, ya mismo, a Nueva Orleans; al ritmo del Doctor Jhon. Bueno, será ida y vuelta pero todo por reencarnarse en sus ritmos. Antes no le hacía casi caso al reggae, quiero decir pero fue oír los marciales de los que buscan saquear y matar y me dije, si no oímos a The Specials, Nicomedes, que se quejaba del nombre raro de Cleo, impondrá su criterio y ahora que le hemos quitado como parte del tabaco bailar Ska y mambo, se hace apetecible no volver a recaer y mira que muchos se lo saltan con el torero y la diestra que tiene su aquel.
Me escribe mi amor si podré otearla desde la terraza donde se ha tumbado Julio. La digo que no, que luego todo eso es un lío: se levanta, se cerciora que me he acercado a la bodega; él que se ve allí, como en un partido perdido y empieza a acusarla de venenosa, de lasciva; y ya la tenemos liada.
No por mí, que la canto una ranchera más un popurrí de refritos y me quedo Pancho, sea Varona, mejor que varón. Cleopatra cree que divago mucho como en Tripaviso, pero al no saber hacia dónde, sin catavientos además, me meto en bucle que si, termina en Tornado
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