Como al nuevo libro de Xavier Aldecoa, a Josep le tengo que seguir descubriendo, por algo tan simple como leerle; primero, en aquel libro narrado por cuatro manos, escrito junto al gran Ramoneda y que se me escapó por mi miseria de no pagarlo en una feria de segunda mano. Tanto dinero fugado a nadas y nadies.
Un día, hoy, descubrí que me hubiera gustado ser periodista. Viajar hubiera sido una opción; no para pasar de largo. Ahora, ya sólo queda perder la vida, que ha sido bella, como le dijo Martí a Eric. Saber quien era el peluquero del lugar, para que, en primer lugar, me confesará de lo mío y me contara lo de sus vecinos; eso si, anónimos, aunque, si diera algun detalle, descubriría al fascista, asesino que acude rodeado de basura, para castigar, no sabe el qué, lo único que conoce es la comida que le tirará su amo, por ser sólo, un golpeador; ¡que mierda! ¿no? soldado del fascio, pegas a quien se cuestiona la vida y pegas por tu amo, que roba a tu patria.
También exploraría lo del carnicero que me importaría, no por tocar las tetas del animal; sólo lo haría si Pepa, me diera su permiso; sino por comprender la necesidad de que las bestias estuvieran alrededor de las casas para sobrevivir.
Lo mismo no me iría tan lejos, me quedaría en los juzgados y por allí, bajaría a los grandes ríos de la vida. Policías que recogen chorizos, estafadores, maltratadores. Tienen la tentación de castigar a esos pequeños malhechores. Con focos en sus actos, olvidando sus vidas, llenas de errores, sinsabores y luchas por ser el mismo que nunca terminara de saber lo que vivió fue lo suyo.
Martí hablaría de esos seres caminando sobre muros de cristales y les veria en sus heridas, pero descubriría la senda de quienes ponen esos vidrios y buscan que de ellos se hable sólo, porque poseen grandes equipos de fútbol y donan aparatos por una mínima parte de lo que se ahorran.
Miserias de uno, canalladas de los otros; incluso me lo imagino en habitaciones diferentes a esos otros periodistas que se reúnen con las diferentes bazofias, para mentir sobre los enemigos de sus dueños. Serian espacios, sin puertas de comunicación, sólo mirillas, para ver a esos que reciben dinero de instituciones, y nadando sobre él, ser desnudan de decencia y amor con respeto al periodismo.
Yo, por evitar aquellos bestias, los que pegan en la Italia a la salida de un instituto, tengo la tentación de no decir ni pio, como el pajarillo de Martí. La mierda nos la echan todos los días; me gusta escuchar a los que me la limpian CTXT, carnecruda, la Base, que será canal Red, pero claro, dudo de ellos, si me da por escribir PIO y sé que, en este caso, otros, estarán al acecho para pegar un bocado o, con sus medios, zamparse lo que yo soy.
Pero, en su hambre, no reino; en mi dignidad, miro a los ojos de Marti, allí, en el Kursal, y sólo le puedo decir gracias por haber sido navegante e invitarme a emprender mis viajes
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