El día que conocí Berlin, no fue en mi primer viaje, cuando escuché a dos chicas y un director de teatro, de los que estaba al lado, y que hablaban de bailar con personas con problemas mentales o lesiones de movilidad.
Empecé a entablar un vínculo con aquella ciudad cuando Belén me abrió la puerta de un espacio mágico. En el recibidor estaba Karo y ella fue un ángel tangible con besos en su trato y comprensión. No se puede prescindir, en las aguas profundas que riega nuestros actos, de esos seres de luz. Su cariño abraza mis debilidades.
Cuando volví, una y otra vez, ya ella no estaba en aquel lugar, y un cartel que me invitaba a comer, me llevó a una improvisación de Sten y otras personas. De forma sorprendente para él y sus alumnas, al día siguiente estaba apuntado a uno de sus cursos de 20 días y alguna que otra representación; me enseñó mucho, aprendí poco porque todo ese caudal que me mostraba se tiene que poner en práctica. Lo he tenido en cuenta muchas veces en ocasiones, cuando he querido enseñar alguna de sus propuestas y me ha servido, a su vez, para comprender muchas de las cosas que, entonces, me dijo y me impulso a poner en practica en su escenario. A veces, en mi ignorancia, ironizaba con alguna de sus propuestas; su sabiduría y mesura me devolvió a mis debilidades.
El día que quise ser Berlín, fue el último año, cuando estudié alemán que era lo que aquellos jóvenes me reprochaban, que mi crazy inglés lo quisiera imponer como forma de relacionarme con ellos, que amaban su idioma porque es con la lengua que te comunicas entre las personas que te intereresan, amas y disputas.
El primer mes fue en un curso, reglas, ejercicios y hablar con personas de otros lugares.
El segundo mes conocí Berlín a través de los comics y con otro curso con Sten. Cientos de libros con dibujos fueron mi forma de entrar en aquel idioma y conseguir llegar a final de mes, intentando hablar en bares que me gusta revisitar cuando me siento a gusto entre la gente que lo visita.
Dori, un amor alemán de varios meses, hubiera querido aquello, que sólo estudiará alemán, pero en aquella época, el inglés lo consumía hasta en mis silencios. Nos disfrutamos de forma esporádica y nos separó el tiempo y mis obsesiones contra el radicalismo, de aquel país al que Alemania había hecho sufrir y ahora lo estaban aplicando ellos con sus vecinos. En algunos momentos, he creído percibir el sentido de culpabilidad de aquella sociedad que dejo que unos degenerados, alimentado por la riqueza de muchas empresas, tomarán el poder para saciar ensoñaciones criminales. Aquí años después, un tarado va por la calle diciendo que quemará las leyes que pretenden defender a un colectivo; algunos les apoyan, como por la gracia, otros se entregan al radicalismo religioso, que termina siendo terrorismo allí y aquí.
En cómic, un joven apoyado por un dibujante cuenta su viaje al radicalismo marchando a Afganistán y desde el primer momento, se dio cuenta que estaba siendo atrapado por los servidores de allí y luego cuando le salva-somete el mundo occidental, este le mete en Guantánamo porque la irracionalidad devuelve, muchas veces, lo mismo a sus terrores.
Variados cómic me llevaban a tantos mundos que mañana me prometo, entrarán con otros personajes, atrapados en un rulo en el que se han metido personajes que confiaron porque en la juventud se tienen grandes vínculos y tremendas decepciones. En mi rebufo, voy a un lado a otro, buscando escapar, pero algunos son tan perfectos que cierran las salidas. Como en aquel río asturiano, que vio entrar a un confiado palista palentino, alguien atado y sujetado con un arnés, se metió para sacarle de aquella oscuridad que le iba ganando después de más de 15 esquimotajes que le daban salida a seguir el viaje, sino a la siguiente lucha por la supervivencia.
Compañeros, callan y contemplan como existen taimados seres que lanzan sus redes para generar grilletes que te encierran en la oscuridad de las miradas que no ven.
Confío en los dibujos, que tienen música y son activadores de actos, pero eso también será tarea mía, como devolverle la pasión que hubiera habido en las palabras alemanas que le dijera a Dori, cuando el éxtasis nos llegara, el cariño en Karo, con un danke schön por sus pasteles que era lo más próximo a un encuentro sexual perfecto de conocimiento mutuo y el ser parte de aquel grupo que destruye una sociedad postrada a los ricos que nos imponen sus relatos.
El día que conocí el comic no sabía que sería el compañero del saxo que dibuja con sus notas con las anécdotas de una vida