Aquí en mi ciudad, por ahora, cuando se acerca una tormenta la ves llegar de "Chiloeches". Ves que todo se pone negro e intuyes que la podrás ver pasar.
Otros días, viéndola medir sabes que tienes que ir hacía ella, porque te toca, porque lo necesitas, porque hace tiempo empezaste un viaje y como la tierra que gira, ese día siguiente tienes que ir al puerto y desde allí, levar las anclas y ver hasta donde te llegarán las olas y lo que te dejara ver el agua caida. Ante ello, una brújula que se ilumina en medio de una oscuridad que ha engullido el gran Sol, es nuestro único cordón umbilical por un mundo que pudiera quedar, si es que queda tras esa gran caida al abismo de la oscuridad.
En la mochila, has ido dejando un plástico para intentar tapar la comida que quieres que no sea una sopa.
Has metido, también, hurácanes que fueron ganando intensidad porque te faltó dejar de dar vuelta sobre un problema, que provocó que este se acelerada, en vez de haber ido al centro de aquella leve tormenta que llevaba agua y brisa, pero no barreños y el leveche que nos tumbó el hobie cat, primero y luego nos arrojó contra las piedras de un acantilado.
Esta mañana, cuando vuelve a tocar salir, hacía esos cielos que tanto te han hecho hablar durante este fin de semana, anclado en el puerto, te acuerdas de los pequeños tornados que te desorientado este pasada semana y decides que los meteras en un bolsillo, para que en el primer momento, teniéndolo "a mano", lo sacas para buscar sus centros y que estos sepan que tienes algunas herramientas con los que les miraras a los ojos de sus fuerzas.
Porque en otro lugar de ese macuto; este apenas perceptible, más inaccesible que lúcido, metiste el sentimiento de victoria; no buscas contorsionarte, ni exhibir tu nombre sobre un claro. en medio de esa inmensa amazonía de nubes. Sólo encontrar marineros, guias, capitanes con los que lleguemos al otro lado de esa tormenta que prometía alimentarse de los crecientes y acelerados círculos en los que nos encerrramos.
Todo se mueve y quizás un muro infranqueable de agua se haya generado porque, con nuestros miedos y egoismos, nos hemos hecho todos constructores de obstáculos sobre los que chocan las plácidas aguas, para ser esas, eso murallas que vierten aceite hirviendo que nos alejan. Incluso en esos momentos, se ofrecen sendas, sólo para escurridizas palabras que dichas deshacen las incomprensiones
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