miércoles, octubre 12, 2022

La rebelión de los tomates y los gimnasios

 Subiendo por el surco no acierto a ver como está la planta.

  No fue fácil enviar un grupo de tomates a la conquista de la cima. El sol era radiante y el agua penetraba con soltura sobre la tierra para engendrar un néctar divino. No muy lejos Pere que siempre había pensado que no serviría para nada el uso de aquel artilugio se dió cuenta que las alas que se desplegaban desde una panza cervecera les llevaría a conseguir sus objetivos. Antes, aún atrapado en el barro, creía que allí tendría su fin porque este era contundente y parecía que se secaba tan rápido que ya los movimientos le empezaban en las rodillas. Fue una salida en tromba de un grupo de hormigas las que produciendo el susodicho montón de agua desalmado la que le liberó en el último instante que no momento, que parece como más plácido, no el de la película.

   El grupo de tomates negros de las plantas se avino a recibir a nosotros tomates sin más. Ante la atenta mirada de nuestro interlocutor Pere, empezamos una negociación acerca de si era bueno injertar muy abajo o si el mestizaje podía empezar a la altura de la cerviz del corzo. A este le señalamos como testigo porque al contrario que la yegua que he comprado, hoy, en Cantalojas, el animal se te pone delante le des la luz, un pitido o un masaje cardiovascular, en este caso es el hijo el que tira para adelante y claro, quédate mirando a la madre, con un disgusto que se va a la berrea y allí, como yo, a ver si nos viene alguien. La corza gana, no hay más comentarios.

  En ese intercambio de pareces, los tomates rojos, como el de Twitter, reconociendo sus características, no negaban lo que eran, pero el tomate negro tiene su aquel, vino del Mar de su nombre y fuera por la sal, porque ese tipo de pepino no mixta tan bien, que aquello no parecia marchar. Sucedió que el sudor de un nadador que se había impregnado en el tomate le llegó al otro y reconociendo a su padre en esas gotas, empezaron a hablar lo que había sido su juventud y cómo quedaron desamparados por marchar su padre a la frente de una señora, que estaba muy bien para qué negarlo, pero no había leído a Pikketi. Este tiene su miga pero los acaparadores más, por eso van a los gimnasios, por disimular

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