Se acerca un ser indefinible, trae tres garfios en cada mano y una sonrisa en su cara desdentada. Ser su amigo en esas condiciones es un ejercicio de buenismo que, como ser humano, necesitamos hacer, de vez en cuando, para limpiar nuestros actos más turbios.
Volvemos a mirar sus manos, en sus hierros llevan banderas, sus otros dedos parecen invocar un himno; la abertura de los brazos, la entiendes cuando estás dentro de su radio de acción y comprendes que si, la acción es la del "abrazo del oso".
En esos criticos instantes buscas refugio en su mirada, de los dientes que le quedan sale un trozo de carne.
Ese ser, confiado en símbolos, fue despedazado por los aquellas bestias, esclavas a su voz de las ansias infinitas.
Yo escribo esto, a 50 centímetros de esa boca, pero paralizando el desmembramiento porque les he dicho que soy protésico para la dentadura. Esta es unas últimas voluntades a no ser que, rápido, envíen alguna otra idea.
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