sábado, octubre 22, 2022

Estrella en pozos

 Cuando en las noches nubladas, no me recomiendan volar, me siento al lado de un pozo, y muevo el agua porque, allí, ya no me gusta ver un sucedáneo de estrella.

 No siempre fue así, cuando era pequeño, en las noches estrelladas, porque no estaba enamorado de un amor carnal como lo había estado Neruda, yo me conformaba con coger un cazo, acercarme sigiloso al agua y, por detrás, porque a la luna yo la ponía ojos, entraba, para salir de abajo y entonces sabía que me había bebido alguna estrella. 

  Después de un rato ensimismado, porque yo también era dueño de un cielo interior, miraba hacía arriba y desafiaba a las galaxias diciendo que poco a poco iría construyendo la mía. 

  Algunas noches, perdido, por la carretera que cruzaba el bosque, me sentaba en su asfalto, ningun coche pasaba, y buscaba los huecos que había ido dejando mi insaciable hambre de estrellas. 

  Mi abuelo me había enseñado que de un esqueje puede salir una nueva vida; por eso, yo me afanaba por quitarle un rabillo de los que siempre han tenido las estrellas, lo dejaba allí sobre la mesa de la constelación y me intentaba fijar del lugar exacto, tomando referencias de la Osa Mayor, de Andrómeda, en fin, cuatro o cinco más, por si algun día pedían que era necesario regar las estrellas nacientes, para que supiera el camino a tomar.

  La verdad que luego me hacía un lío, regaba la de mi vecino, que tenía a su mujer tomando el Sol en otras de la punta de una estrella, y ya tenías allí, a ella, que si yo pensaba que estaba tan empanada como mi marido, que ya estaba pidiéndola disculpas, que por cierto, si la podía dar crema por la espalda. 

   Asimilar todo eso en el espacio produce un estréss que casi lo convierto en cuatro, por los puntos cardinales que no siempre estaban bien definidos por la la brújula estaba muy de irse con la escoba a donde a ella le diera la gana. No son formas, alguna vez la tuve que decir.

  Conocí a una Estrella que no estaba en el cielo, atravesaba silenciosa muchos caminos y obstáculos y de repente entraba en un espacio y allí, nacían luces sobre cabecitas que si construían castillos sobre las del cielo y cabezas que encontraban una mirada fuera de los papeles en los que tenían que especular, redactar, crear moles de grises momentos de vidas comunes. 

  Todo lo había conseguido con las palabras que había ido encontrando en un cubo que metía hasta lo más profundo de la Vía Láctea donde su amigas homónimas salían en los recreos con la esperanza que las cogiera y las llevará a salir con la voz, a los oídos inquietos que salen un día del desayuno repetido, la clase que tiene sonidos de campana repetido y televisiones que le encierra sus sueños que, a veces, intuye que vagan alrededor de ese camión regalado por la abuela, que llena su cabina de ritmos con los que bailar bachatas, mientras los actos repetidos quieren imponer los grises de su banalidad.

   A Estrella,voló una cometa para, desde un horizonte de impresión, llegar a aquel sembrado donde había un campesino al que le dio un beso un traje con el que bucear por las aguas de su surco para sorprender a una patata, hablando de cuando decidía crecer. 


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