A lo lejos, un nutrido número de personas parece que quiere cerrar el horizonte para atraer nuestra atención. Es un grupo compacto y aunque plantados en el suelo, toda su gestualidad con las manos, tronco y cabeza toma nuestra atención, esperando que suceda algo que con el paso del tiempo, comprenderás que están allí para quedarse.
Sus acciones han fijado tu atención durante esos instantes que hoy parecen una vida que se quiere escapar a la carrera, y sin embargo, percibías, casi anónima un hilo transportado por una persona oscura en sus vestidos, pero también en sus movimientos. Su lema era pasar desapercibida.
Empiezas a fijar la atención, ese hilo no para, unas veces más grueso; las más de las veces, pequeño imperceptible pero siempre continúo en sus acciones. Al contrario que ese grupo que, si es imponente, que si, parece albergar grandes misterios, por la cerrazón con la que actúa, la continuidad de sale de un ovillo que no tiene fin y después de un rato aún te fija más tu interés por él porque cambia de colores, amarillo, como de unos árboles otoñales, grises, como de un invierno, convulso, tapado en nubes y hielos, verdes, tan salvajes como la potencia de una primavera, exuberante, con tanto poder que desprendía de aquella grandiosa, informe masa de personas que acaparaban espacio como murallas que encerraban un misterio pero sin un significado fuera de la más mediocre existencia; separaba parte de aquello que era un dios, para sumarlo a la vida que manaba a traves de aquel filamento; lo que antes era gestualidad y poderio en un mismo espacio, que les había hecho irse apagando ahora eran saltos, giros que buscaban la continuidad de actos de una naturaleza poderosa.
Si ese fluir permanente lo tuvieramos que comparar con algo que ya conocíamos, sería un río, en su sepiterna exploración hacía un verano donde disminuye el tamaño de sus aguas, pero el Sol construye vidas entre las sombras de aquellos personajes que ya se habían desgajado de aquel primitivo grupo tan atrayente porque aquel conjunto cerrado, una cantera de rocas inamovibles, sin embargo, en ese transcurrir anónimo, casi imperceptible, pero persistente había terminado por horadar.
Un río Henares, casi de tapadillo avanza por todo el corredor, al que da su nombre, pero que han sido tomados por industrias que nos parecen necesarias para persistencia del ser humano. Bloques graníticos, cada vez más como gigantes, parecen quererse beber ese pequeño, pero incesante hilillo de agua. Cualquiera de las naves, con sus bocas serían capaces de absorberlas, pero su boca se cierra, porque el río siempre sigue, y ellos se ven saturados de ese líquido que amenaza con ahogar su prepotencia
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