Nos llenaron de miradas y nos pudimos ver.
Magos nos llamaban a observar lo próximo, lo lejano, lo alto; procuraban que no percibiéramos lo que nos sujetaba, porque estaba lleno de agujeros que eran bocas que nos tragaban para desaparecernos y aún así no calmar su ansia infinita
Maquiavelo, podría estar orgulloso de la maldad que han exhibido muchos de sus fieles más fanáticos y aplicados;, y, a la vez, envidioso porque la perfección adquirida le minimizaba hasta hacerle parecer un pelele, aunque viera que en su ejecución mostraba un comportamiento que parecía la de un psicópata de minuciosos procederes.
“Mostrar lo que pasa detrás de los sucesos”, dijo Brecht, “mostrar el mundo de manera
que se pueda dominar”. Y acompañar las luchas que hagan posible esa transformación.
En una imagen vemos el glamour de una bestia. Alguien, muy conocido, muy esclavizado luce una elástica mágica que se ha amparado en sus gambetas, desafíos, técnica para olvidarse de contemplar a quienes maravilla y le adoran.
Cree que ya les ha dado suficiente con su aparición en las pantallas porque ha cumplido una máxima de las palabras huecas, su exaltación de la palabra, pongamos BRASIL; a cambio les ha quitado millones de un dinero que, apagada la televisión, les alimentará, que les ayudará a recibir información que hará lo más maravilloso que se le puede dar a un país, hacerles conscientes de ser tenido por seres humanos.
Pide respeto en las gradas que le chillan; él, colocado en la grada cerrada de la riqueza, escupe desprecio a los suyos. A Michael le convencieron para que se blanqueara porque así sería reconocido por quienes tienen el dinero, a este le permitieron entrar en el salón de la codicia, a cambio de descolorarse; las raíces que están en la esencia de lo que le ha dado su identidad.
Es uno más de los desclasados; de los que aceptan la maldad en el otro, porque se la proclaman en una televisión tomada. La observan en el otro, porque no conocen a Bertold, yo tampoco, sólo lo quiero porque en lo que me he aproximado, me ha mostrado su compromiso desde el teatro o la poesía, por la dignidad para las personas; en las denuncias de los mafiosos que saquean la sociedad, vestidos de banderas, travestidos que bajan escaleras, con sus ropajes comprados en los exclusivos grandes almacenes, al ritmo de himnos que les sirven como trompetas para proclamar su advenimiento ante el apocalipsis.
Mientras por el subsuelo de la sociedad, transcurren las cañerías llenas de un dinero negro que a la Confederación de Empresarios Españoles, no parece atañerles. Curiosa formar de defender una patria con sus trabajadores y sus consumidores; pedirles a estos sacrificios, mientras saben y conocen las formas de fortalecer los cimientos de un Estado, pero la llenan de las aluminosis de los impuestos extraviados y de serviles ministros que les han ido librando de corresponder a un Estado que no están sólo formado por ellos; y que ante la dejación de funciones debieran ser considerados unos traidores.
¡Ay esas televisiones y esos periódicos que son escaparates donde los flashes tapan esos comportamientos canallas! y a cambio les hacen aparecer con sus corbatas alargadas, como sus narices, y sus elegantes chaquetas, forradas del oro que les atasca y les ofusca!
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