sábado, octubre 29, 2022

Cansado

 Se podía haber llamado Javier, pero su famila pensó que le podía marcar su futuro, al final ha sido Paul. Se encuentra en coma, mientras su padre está intubado después de haber sufrido un infarto cerebral.

   No es fácil reconocerse en su propia situación; un punto le habría dado una nueva oportunidad. Haberse quedado en coma le ha impedido acudir en ayuda de su progenitor que cuando todo ocurrió se hallaba en cama, cumpliendo con lo que siempre había tenido como obsesión, follar.

  Paul se salió de una vida privilegiada que le había dado Michel, en un ministerio de Francia y había venido a hacer surf a las playas de Tenerife. Pronto hizo amistad con un alcarreño que se estableció en la isla, puede que hace más de 30 años. Es

   Cambió de idea cuando vio practicar a Ángel, primero el windsurf y luego el Kite surf. En esta ultima modalidad había una monitora que había sido toda una campeona desde su tierna infancia. Paul estaba metido ya en los 50, mientras que ella, también, lucía unos esplendorosos 30. Ambos congenieron y poco a poco, empezaron a eliminar trabas que hacían sus dos orillas separadas por un océano. Paulina tenía un altar para los de su edad, incluso más jóvenes porque en ellos veía un vigor exterior al que se veía entregada como un cénit del placer; por otro lado, Paul, se había abandonado a aceptarse en un espejo que le transformaba su edad, en una carga, que temía hacer llevar a una joven, que no debiera transportar sino cabalga su cuerpo sobre esos pletóricos y salvajes años. 

    Navegaron días, fueron buscando playas y olas que ella domesticaba con pericia y que él sufría con un quebranto en su autoestima de funcionario de la Escuela francesa de diplómaticos, que sólo olvidaba cuando, a cambio, la vida explotaba en aquella salvaje joven a la que una vez defendieron en una televisión estatal de un profesor que había osado no ponerla una matrícula de honor, cuando ella era ya una campeona.

    Ella lo oyó, en su adolescencia quedó satisfecha de haber humillado a aquel profesor que no se conformaba con mirar su currículum victorioso para ponerla aquella nota, pero sí, como comprendió al final de aquel curso, de tener que siempre respetar en lo que hallaba metida.

    Ese día habían llegado a una cala, sólo accesible por mar; su bocana era estrecha y los vientos, allí, se arremolinaban, junto con las olas cruzadas para hacer aquel paso que parecía llamarse "la boca del infierno", cuando entraron en él, se sintieron agotados. Paul ya había pasado, la pesada soledad que le hacía pensar que su aprendizaje ya no sería posible; como le había comentado su compañero de oficina, Bruno, que le insinúo no postrarse ante lo nuevo, porque los tiempos, ahora ya son finitos.

    Se tumbaron en una arena cálida, aún no golpeado por el sol del mediodia. Se sintieron extenuados y se abandonaron, cada uno, a sus pensamientos que ahora tenían que ser placenteros porque todo ese marco, era haber traspasado, no sólo lo físico de olas y vientos asilvestrados, también de los marcos de la edad, de las orillas fortificadas en certezas y ahora eran dos seres, entregados al agua que les susurraba a sus pies, que era un agua que no habrán de coger mañana. 

   Semilla en los dedos que fueron germinando para que los de ambos se entrelazarán. Cómo en una tierra fértil, los brotes se fortalecieron buscando los brazos, luego se aproximaron los cuerpos; los ojos atravesaron las pieles exteriores y se posaron sobre las células de unas neuronas atemporales. 

   De allí, pasaron a fundirse uno, para dar a la juventud, la sabiduría de explorar en el otro, los lugares donde ella, vibraba por ser descubierta en una nueva ella. Paulina le recordaba la sabiduria joven de no desfallecer aunque cada paso sea atravesar aquel puente destrozado que, sin embargo, nos dejaban explorar, sin que los agujeros al vacío nos supieran una paralización para llegar a la otra orilla.

  Por  ello, se encontraron envueltos en fluidos que salian de cada poro que se extasiaba mirándose en el otro.

   Cuando el helicóptero salió, entre el torbellino de arena que había levantado; en la cara de Paul, en un coma profundo, se intuía una vida dentro de un incendio

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