domingo, octubre 02, 2022

Bellotas y vellacos

 A Julian le recuerdo cogiendo una sabina que alberga en su interior, un corazón que irradiaba la vida del Alto Tajo y casí a ras de aire, con su pulmón bocanaba con su boca de corteza para eliminar los venenos que le traíamos los de la ciudad y nunca se había cansado de beberlo y masticarlo, de lo denso que podía ser para donarnoslo como el oxígeno que necesitábamos con el que nos ampliaba nuestro pecho eufórico por adentrarnos en el río.

 Una estantería, una nieta deja un libro con el que viaja a la tierra Media; después de un rato, la mano callosa de aquel hombre, pega un bote, se ha caido el anillo de la hoja y se le ha colado en su dedo indice. Enseguida Gollum se baja de la piedra donde estaba preparando una emboscada a Frodo, y pide hablar con el dueño de ese dedo, de esa mano, de ese brazo y claro eso era lo que le faltaba a Julian, alguien dispuesto a oír. Empieza a contar historias y se desliza hacía sus tardes de taller y sus fines de semana de bar. 

  Trabajo siempre uno detrás o junto con el otro. Nunca perdió la perspectiva de donde venía y de lo que era. Siguió en su pueblo y ayer defendió a la gente. 

   Hoy, que se nos ha ido Jesús Quintero, como tantas palabras se han perdido con Javier Marias y andan buscando alguien que las mime y las coloque en el espacio justo y comto andamos por la ladera de un momento para que la melodía de un espíritu inquieto, calme la sinrazón que se apodera en la ceguera de sólo escuchar lo que crees haber oido. 

   Con el tiempo que navega sin espacio, como decía Santiago Alba, para quedarte reducido a "ya ha pasado" contemplas a esas bocas que mendigan una buenas migajas en las televisiones para saciar sus ocios pero con las pesadas cadenas de ser loros que lanzan loas a quienes les alimentan, como aquel que estaba en la calle Bardales y que con los años lo escuchabas como creyendo oír un eco.

    Decía Quintero que se había dejado de leer para pasar a ser ser ensalzados lo banal, lo vacuo. Constat los  analfabetos que saben leer y escribir pero no ejercen porque lo que se ha pasado a valorar es el exhibicionismo y el insulto. 

     Se despierta el pueblo, y otros meten la cabeza en sus agujeros de oro, y los ricos encuentran secuaces, sean investidos de disfraces de unas profesiones que no ejercen, dispuestos a vivir subyugados pero mordiendo a quienes les dicen esos poderosos, siempre mortales.

     Los Olmos Dalcos fueron asesinados por los humanos Gerard y se ponen micrófonos a las bestias como esperando que digan cosas diferentes a bestialidades

    

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