Dar la mano a los que están en las capas más bajas.
Ojos que reciben los de una vicepresidenta para, de forma reciproca, frotarse las espaldas de la dignidad, que llevan, ahora, y cuando servían desde la escasez de medio.
Oírles, ver el vídeo de Francia Márquez saludando a quienes trabajarán para ella y con ella.
Alguien coge unas patatas nuevas, las lava y te dice, atrévete a hacer la tortilla más sabrosa del mundo. Olvídate de las estanterias de los grandes supermercados, busca las gallinas que andan sueltas por ahí. Las de la tia, que siempre te asustaron y entonces, espera que venga Pierre y te ayudará a hacer una buena mezcla y te hará distinguir los momentos para mestizar, pero no como quisieras. Sólo es un plato, español, aunque haya tenido que ser un prepotente gabacho quien te sitúe. Su pretendida superioridad, hubiera sido en la cornamenta. Le hubiera quedado bien y le hubiera bajado los humos. No pasó.
Por la tele medran periodistas. Hacen méritos hacia sus amos; quieren collares de oro, para que el espectador lo mire y no la mano que le mece. De Francia se lleva la respuesta que merece pero la dejarán ahí porque han descubierto su mezquindad y sumisión. Con el relato, en su desfachatez y sumisión agotan y siguen poniéndola para que algún día ante el espejo se desprecie y ante los dólares, se exhiba impudorosa.
Vivir sabrosa, para Francia Márquez vivir sabroso es darle dignidad a cualquiera de sus ciudadanas, sin patronajes de los poderosos. Estos sacan las andas, pero también las pistolas. Muros de protección de solidaridad
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