Aquel día tenía todo preparado para enseñar el paso de la valla. Imposible, esta todo el rato se recrecía.
No, hoy no viene pese a que le he llamado. Va a defender su pan. El tomate ya lo tiene cogido. Lo fue sembrando todas las veces que se arrodilló ante las mentiras.
¿Su mantra?
Todos son iguales. Mira por donde le levantan la mano para acudir raudo. Al taxista le pasan por un lado, por el otro y por los demás. Autónomo, pero de los de casta.
Hoy, como al camionero que le ofrecieron hacerse lo mismo, descubre que sea al galgo o a la pitonisa, es un grano en la arena.
La playa la tienen vedada las fortunas que tienen las licencias de las VTC.
JO, jo, jo qué gracioso es un nuestro radio predicador.
Un día les llama esclavos que muerden la mano de sus dueños. Parpadean y si, se dan cuenta que son ellos y sus miserias.
Idolatrar es sumisión y cuando haces lo primero, te pueden pedir cualquier postura. Contorsionista a la fuerza, pero sin ser héroe.
Se te corre el rímel o las tintas ya no las entiendes aunque parecen atacarte. Llora, como aquella virgen, ahora que ella te hace dictados. No te equivoques de línea, no te dejarán un hueco que te dé su libertad. Podrías describirlos.
¿Soñaste alguna vez oír la palabra censor, mientras te quitaban la enseñanza pública? Ahí tienes la vajilla entera e incrustada en tus muelas.
Hoy, al contar la vida del payaso. Me venía a la cabeza el sketch del budista y con contundencia lo decía Faemino: ¡Payaso, que eres un payaso!
Algunos hubiéramos dado una vuelta por ese otro payaso, el de sin fronteras
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