Cuando me acercaba el otro día a los tomates que me han plantado este verano al pueblo, se lanzó la ausencia del agua, para controlar mi efervescencia por entregarme. Un tomate, exhausto después de una semana sin agua, levantó la cabeza y silbó con fuerza. Unas gotas de agua se echaron para atrás; me avisaron para que racionalizara mi pasión desmedida
El miedo y la emoción de regar esas plantas, taladradas por el Sol, me llevaba a la insensatez de arroparlas con un abrazo de agua sin medida, a borbotones, propicia para arrasar la sed y llevarla al otro extremo de morir por exceso de poseer lo deseado.
No mamarlo desde pequeño hace que al campo lo consideres como un animal al que tienes dominado. Sin darte cuenta que en la serie de Bonanza,se sentaba en el cerco para que el héroe del capítulo demostrará sus habilidades.
Luego, en la tarde, como para despedirlos te acercas, para echarles unos racimos de cariño y te das cuenta que no tiene nada que ver con su aspecto del viernes; cuando una semana a solas con el Sol, le había agotado.
Por mucho unicornio que les mandes en forma de pensamiento desde lejos, sólo el contraste con tu impericia, con tus ansias, a la vez les sacia. Yo, me plantifizo y ellos, se animalizan, con unas gotas de racionalidad y les abandonas, pensando encontrar un hueco para visitarlas; pero es tan esclavista este tiempo. Tu le has dado latigazo de egoismo, de poder obtener todo y él te muestra todas las agresiones que le has ido haciendo y como lo has trenzado para que sea un latigo con el que te autoflagelas. Nada místico, por cierto, sólo consecuencias.
¡Vaya tomate! le comentas, como para engradecerlo y él lo entiende como tu abrazo de eso, le ha sacado el jugo, con el que impregna tus ojos. Algunos lo entiende como de ira; tú, como para marcar tiempos, le dejas que especulen.
También los medios, los más políticos, dicen que es el otro el que transmite su ideologia. Les das un abrazo y estos si, estos te pringan.
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