Ellos caminan por las calles, estas ya han cogido otro color, camisas pardas y negras dan un color a esos pasillos por donde van nuestros personajes.
A Arturo Ui le ascendieron los ciudadanos que no quisieron tomar decisiones porque vivían bien y daba igual quien estuviera gobernando. Bertold Brecht sería ahora amenazado, y sus libros retirados. Nadie debería poner en cuestión que las grandes fortunas tengan los medios de comunicación, sólo para eso y no para imponer su punto de vista y el modelo económico que le ha dado su actual status.
El primero armado, mira con condescendencia la mesa donde escribe ese soñador que con un boli le describe pero no le apunta.
Al lado, risueños, ríen viendo esa imagen del poderoso y el soñador añiñado. Le darán una oportunidad al primero porque no creen que el arma la utilicen como ruleta de la suerte. Ellos creen que no compran papeletas, sin saber que ellos están en ellas para ser controlados por los pasillos que recorran.
No saben que al votarles, se han puesto ellos mismos un controlador en el pie. Sus pasos reciben estímulos como el perro de Paulov, sin darse cuenta siguen una ruta que les hacen segregar sumisiones.
Bolsonaro arma a policías, para hacerles sentirse patriotas. Las armas son su investidura como siervos para no ver seres humanos.
Hubo un tiempo, en este país sin ir más lejos, que quienes se estaban sirviendo de él, mandaba a este funcionario para que fuera exhibido, en escenarios para provocar horror y miedos. Mientras, desde las ondas, voces decían:
Orden
Y este se imponía
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