A mí me lo dicen mucho. ¡eh pelos!, siempre me vuelvo; pero no por mí. Lo tengo cogido para que me pueda tumbar en un sofá y desde ahí leo la carta. Parece que habla sobre mí. Desde luego, parece una película, con el fin de un día como hoy, en el que el bocachancla regional, pierde la compostura hablando a sus palmeros, que cumplen su función. Muchos días, las noches empieza en una mañana de desayunos y picnics.
Sin más protócolo, en la carta se lee
Queridos camaradas que no amigos, si me tocáis lo mío. En aquellos días, habíamos sido salvados de nuestra advenida, para tenernos en el futuro que estamos viviendo y que hubiera sido nuestro infierno.
Me dijistéis que hiciera una llamada y encendistéis el altavoz. Yo que creía ser la voz de una conciencia en nuestra ciudad, hablé para transmitir la buena nueva de haber sido elegida nuestra víctima, que sería ajusticiada por nosotros, el pueblo adefesio-traidores que rabiaban con la espuma de haber sido salvados por su enemigo.
Este al otro lado del hilo, no quiso ser el cordero, no llevado al matadero, sino rodeo de lobos, cada uno reclamando su dentellada. Dudo de la elección. Se arrepanchingo en el sofá y declino la invitación.
Os acordáis como ante vuestra presencia y mi falta de dignidad, le amenacé con un anatema. Decírselo, a nuestro salvador, no el suyo. Por eso, nos despreció. A veces presiento que si hubiera sabido que aquello era la performance de mi caida, después de haber tenido alto rango ante vosotros, quizás nos hubiera dicho una burrada.
No sabe de lo que somos capaces cuando nos tocan nuestros bolsillos. El caso es que a muchos de nosotros, nos lo cosió porque podemos tener conciencia de habernos comido una shit si aquella eminencia nos hubiera inundado de su palabreria.
Sin más, queridos camaradas, enemigos intimos a los que tengo cerca y colocado delante de una pared, me despido teniendo delante la cuerda de un alambre por el que buscamos equilibrarnos entre lo que decimos querer ser y lo que en realidad somos, ante los amos.
Doblo la carta. Los ciervos cuidan sus pelos. Nos atropellan los sueños ante los dueños y sus servidores
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