Clama la tabla, para que sea ella, aunque sea rasa.
Colorean una foto de la dignidad de un hombre desnudo, en un campo de concentración, liberado.
No encontré la mía, desnudándome en una obra de teatro. Y la hubiera tenido, en mi medida, la cuestión no era el tamaño.
Estos días, hijos de aquellos, de los días de traición, odio y asesinato.
Llegando una Dana, así llaman ahora a una tormenta de viento, agua y quebranto. En el parque, todo se agita; mi espíritu, o algo con esa esencia, más. Leer la parte de la "arquitectura del terror ", donde se habla del psicópata del sur. Necesitas que sea mentira, porque si no el aire se te agota, pero sabes que es Preston.
Necesitas que esa vocecilla que les pide a sus fieles que vayan, otra vez, al altar para poner su cabeza y sea ejecutada por los dueños eternos, eso sí utilizando el hisopo que bendiga esos asesinatos, admitidos en una tumba santificada por encima de los terrores producidos y las salvajadas predicadas, a las que tenían que censurar porque algunas expresiones, solo se producen desde lo irracional, desde lo bestializado. Les pasa como a los italianos de Mussolini, cuando tienen el poder, necesitan mostrar un cierto pudor.
No te miran, si tu mirada les desnuda. Sólo necesitan los ciegos de Saramago. Su timbre medido se ofrece a guiarles. Hablan de cielos, pero sólo son profetas de sus infiernos.
Aquellos lugares, exclusivos; nidos de aves de rapiña con portes de "a medida", prometieron bastones para llegar a paraísos pero les animaron a que los usarán en la tierra contra los que les decían que ellos también estaban desnudos, y si, no tenían ni más ni menos.
Hoy, algunos bastones son los martillos, que golpean para demandar "orden" para sumisos para subvertir una convivencia.
Aquellos, estos tiempos
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