En Tebas soñé escuchar a Demóstenes, ya había superado sus problemas de dicción, dicen que metiéndose piedras en la boca. Otros, en Feria, sueñan con meternos su miembro, algunas ya se dieron por folladas, decía él, callaron ellas. A los otros, en su canibalismo monetario de sus ancestros, nos cuelan las comisiones.
De esos líos supe cuando viajaba a North Country, ella me dijo que vivía allí. Cuando llegué, supe que era lo lejos que andaba yo de su vida.
Era ya casi de noche. Su techo era lápida y su sofá sería un barco sin timón; viajé a un anfiteatro, el de los lamentos. El que debería habitar quien debe buscarse y quererse, cuando otros seres han encontrado su Ítaca.
Allí, tenemos una pequeña luz propia, el acierto es unirla con otras para saber querernos y navegar en una nave echa de naufragios.
En aquellos tiempos, tres escalones más arriba o abajo, ya no recuerdo mi posición; ella estaba allí dulce, bella, paciente, traductora de una mercader. Emergía como una diosa, ojalá hubiera sido destructor de mis propios pedestales para escuchar los amaneceres de El Pireo.
Malditos los ojalas. Shane MacGowan canta que se pegó una ducha y cayó en sus brazos. El mar y sus arrecifes me hubieran hecho dar valor a tenerla entre los míos.
Hoy, vivo en otro anfiteatro. Lo quieren quemar. Nadie en especial, sólo los pirómanos que toman la gasolina y cerillas que les ceden los dueños de sus neuronas. No es fácil darse cuenta de todos los trucos de un mago. Por la "porta triomphalis" los armados mercenarios; algunos en las noches lluviosas del Soho, se irán a los infiernos de la gente despreciable, The Pogues les acompañarán; la puerta puede estar cerrada, a esas alimañas les exhiben por los platos y dan su juego. Escucha que los violines les ponen alfombras rojas. Quizás por eso se vuelvan, las toman como capas y se vuelven y embisten.
En la arena, contempló a alguien conocido, ha llegado con otros parias, nada les ensalza ni sus ropas, ni sus pelos, ni su presencia que fue resquebrajada de glamour. En mi frío escalón, me dispongo a escucharles. Consciente de la ausencia de mis pies, para juntarme con quienes recorren difíciles sendas.
Sumergido en la careta para no emprender viajes por mares, al no sentir los vientos.
Allí están, sin embargo ellos, pacientes, sabe que de los palcos saldrán dedos que apunten arriba. En su caso, desde allí, siempre lo han puesto hacia abajo.
Empiezan, revestidos de sus palabras y los datos de lo que sucede en lo que se ve y en lo que se esconde. Luchan quizás, heridos por las ponzoñas de las medias nadas inoculadas de las espadas catódicas. Otros, como para herir, les reclaman que paren sus tediosas melodías.
Sentado, les escucho:
It's me
I really miss your mind
I haven 't heard ideas like that
from "hello, it's me" by Lou Reed and John Cale
To
La Base
Acunado por la voz de Lou. Sin el abrazo de aquella Helenik, que escapó en dársenas que no visitamos y entre las piedras que fluyeron hacia un teatro donde contemplar los pasos de agua de los ríos salvajes
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