No es fácil seguir los cambios de ritmo de mi ruidero; cambiar la cara y soltar mensajes "ad hoc".
Sentado enfrente de un páramo, la lectura de "Say nothing" se va acabando. Patrick Radden Keefe es exhaustivo en su trabajo. Es bello recorrer bibliotecas, sendas, carreteras, casquetes de una ciudad con otra luz y luego ponr cada pieza de ese puzzle en el lugar correcto para que el lector pueda apreciar la belleza de la arquitectura creada.
El silencio del tiempo pasado en la búsqueda de las piezas es lo que son las pequeñas Itacas, con las que salimos cada atardecer cuando la luz se desvanece y son las lámparas del corazón y el cerebro quienes aproximan las frías realidades.
Dicen que hoy, un día más en la oficina, el canalla al que le dan la cabalgadura de las luces mediáticas ha vuelto a mentir. No es estar en medio, es cavar un agujero donde nos vamos enterrando. Consumir lo inmediato. Con luces que deslumbran.
Eddie Veder canta "Drive all night"; el saxo de un Clemons nos lanza sobre el libro. La violencia como coche hacia un edificio infinito que se cimentó en los siglos y aprendió a ejercer su poder despótico con los mil brazos de un monstruo dirigido por el poderoso. A ello le llamarán las cosas son como son.
Gente se postra ante el caballero blanco para ser sus somatenes, seguro que les caerá babas que adorarán como platino. Unos les hará sus pasos de caballo, otros dirán haber visto la luz.
El caballero sentado, en el atardecer de ayer confundía a un lado el Sol, al otro, la luna.
Luces de espada
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