domingo, abril 10, 2022

Graham y la taza

 Hemos llegado sobreexcitados a la habitación. Me dirijo al baño. Ella, me ha dicho que se llama Matalena. Voy pensando en que ella no esté pensando en mí. No enciendo, me lo ha pedido. Una luz sale de la taza del váter. Me arrodillo, ¿estaré pecando?, me sale mi pasado católico.

  Oigo una voz. Salgo a la ventana, tras abrir la contraventana. ¿Soy el elegido?, me pregunto. Espero que haya unos seguidores fuera. Si soy ese, tendré que hablarles de un nuevo tiempo. Enfrente nada, pero veo una turba acercándose. Siento que ha llegado mi momento. Carraspeo hacía dentro, espero que no moleste a la luz. Ni confunda con un mensaje mío. No sé si tiene el mismo lenguaje.

 Cuando vuelvo a asomarme. Veo que todos han sacado su miembro viril, vamos la polla, por si nos despistamos. Lo hace alguien sacándola de debajo una falda. 

 No pierdo la compostura, ni la ocasión. De cada instante, una oportunidad, me enseñaron en un máster que me dieron a los tres años, sobre management y competividad. Me quedo mirándoles, a ellas también, se han flexionado un poco y parece que todo el grupo están en una competición. Mundo buscando límites en lanzamientos de huesos, de líquidos.

  Al hablarles, levantan la cabeza. Les he sacado de su ensimismamiento. Gruñen al unísono. No parecen los grupos tan diversos que estaban ayer en el anfiteatro.

  Al decir, mi primera palabra, pueblo. Alguien pregunta: ¿Es usted el del Bar?

  Yo, que he conocido Matalena esta mañana y he quedado en un curioso espacio por la noche para seguir celebrando el haber recibido la bendición de Karol. Me pongo nervioso, ellos se han acercado y han descubierto que hablábamos lenguajes diferentes. Al salir, pienso que me han seguido. Habrán pensado que las lenguas que teníamos sobre nuestras cabezas, nos ha llevado a la habitación a aquella extraña pareja que éramos nosotros.

 Me repiten: oiga abuelo, pero es usted el que revisa quien se ha llegado más. El de VAR. 

 Uff, les digo, no, pero busquen el lado buena de la vida.

  En esos momentos, alguien levanta el dedo, como un catavientos, todas se giran al unísono. Un pareja, sentada en un banco del parque, es testigo de aquellos lanzamientos.

  Yo me vuelvo hacia la taza. Resulta que han pasado unos cuantos más. Matalena es muy de diálogos. Todos, alrededor, escuchan y me preguntan ¿A ti también te gusta Eddie Veder?

 Les digo, No more, pero desearía tener un poco de intimidad.

  Miro el lado bueno y montamos una partida de guiñote.

  Siempre sale el basto. Me toca dar


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