Si fuera un toro, podríamos decir que por dos veces, al menos, ha hincado sus cuernos y ha hecho una voletereta. En el caso del primero, se levanta un poco mareado; en el caso de la mula, ha perdido gasolina, pero no aceite que es lo que le pasó al primer motor mal comprado.
Yo, la miro, toda sufrida; caída, humillada después de haber cumplido con todo lo que se la pedía y le cuesta levantarse. Los ojos los tiene entre la bujía y la llave de arranque. Ella confiaba en que el destrozo que hice en el anterior motor, me hubiera servido de aprendizaje. No, es definitivo, nada aprendí; aunque entre los árboles desmoché maderas que no eran de recibo, árboles envejecidos por el abandono y piedras que no encuentran su sentido fuera de los muros.
A mi, me hacen motor y me dan tanto trote y creo que miro en el Estatuto de los Trabajadores para ver si todo aquello tiene su lógica. Desde luego, por mucho que gente equilibrada, apoyada en un periodismo irresponsable y en una abogada del estado al que esta no apoya, yo desde luego voy a ir correr sin esa herramienta suplementaria. Vale, que la barriga pesa, las piernas tiene piedras y los montes que hace tiempo creías poder recorrer, ahora los ves como los límites de tu vida. Los muros que se cerraron, cuando también acabó tu suscripción.
El hielo de lo que ya no puedes revivir y los hombres blancos que meten el detergente del silencio, te cierran en un círculo; la mula te lo hace recorrer con tan poca velocidad, como la música que está pensada para que dure 624 años y que se lleva tocando 7 años en una catedral de Alemania. Podríamos decir que oír para creer.
Taylor Hawkins golpea la bateria para acompasar momentos pérdidos de nuestra vida. "Shame" por no querer escuchar, colocado en el monte medio de Waterloo donde se ubica la sabiduría de ser un observador inmaculado. Nunca mirará al suelo para saber cuantos cadáveres le sirven de suelo y cuantas mentiras son los componentes de unos cimientos diluyentes.
El frío de este Abril es una liviana sábana que cubre aquel mismo tiempo de hace 2 años, donde la losa del encierro golpeaba un tiempo que parecía un final, con días de plomo, sabiendo que al otro lado, había muchas habitaciones con cadenas que ahogaban a infantiles ires y venires. No había más que sudores, sin frenos, ni marchas pero aquellos tomates fueron la gasolina para que estos latieran junto a los corazones que se iban agotando, entre humores y enfermedades.
Mañana, un árbol, un recoveco, una orilla prenderán una chispa para volverte a descubrir
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