Recordarba ayer toda la guerra que le dimos a Carles, en Seu d'Urgell cuando subíamos las hordas de Castilla La Mancha a intentar pulir nuestra nula técnica de paleo en un canal de slalom.
Ese primer año fue apoteósico y creo que digno de pánico por parte de los empleados del canal y de sus ayudantes, jóvenes kayakistas que debían apoyar las actividades para que luego pudieran pagarse los desplazamientos y los entrenamientos para sus actividades de slalom.
Siempre pensé que los hermanos Ganyet formaban parte de una estructura creada para hacer funcionar aquella instalación desde la honestidad y el servicio público. Pocas instalaciones desde el primer momento se coordinaron para que se rentabilizara la inversión y para que a la vez, tuviera un funcionamiento constante;, años después vivimos el ejemplo en otra ciudad que intento tener otro canal, pero donde las fuerzas de todas las instituciones y personas involucradas no se armonizaron para hacerlas funcionar y cada una luchaban por sus intereses, en principio económicos. Fue una época, tres años, muy bonita; el mes del Noviembre, algun año fue duro, ya con nieve en los pre Pirineos, pero aún así, disfrutábamos como auténticas bestias, sin freno. Las horas que nos echarán
Cuando estos días acudo al Tajo, de aquel tiempo y de otras muchas bajadas, a veces con miserias experimentadas, puedo sentir que en un espacio tan pequeño como el que utilizo, disfruto de descubrir sus olas, sus tomas de corrientes, su fuerza que pido por momentos que sea mayor.
Leo la historia de David Llorente, un palista olímpico de slalom que tiene una procedencia, tan rara en su origen como los piragüistas de Guadalajara en su modalidad de kayak polo. Nos lo propusimos y durante años estuvimos recorriendo España, aprendiendo, ganando, poco, perdiendo la mayoria de las veces pero no podemos dejar de valorar aquel tiempo. Empezó allí, pero se hizo en Madrid, en su Ciencias, Mario Pérez, que ha sido uno de los mejores kayak polistas de España de todos los tiempos, con unas cuantas medallas europeas. Dicen que volverá a estar en Guadalajara. Tiene ese hermoso veneno de la piragua y seguro que algo pasará en nuestro club Piraguada.
En el pequeño tramo de Morillejo, se disfruta el precario equilibrio en una embarcación de kayak polo. Ligera pero que se acerca a lo que es sentirse parte de tí, porque durante muchos días, asi lo fue. Miras y buscas remontar, meterte en el hueco con una tracción orientada; levantar la embarcación para que el agua pase por debajo. Retro palear porque nunca fuiste bueno y ahora, incluso con menos fuerza de la que tenías entonces debes buscar alguna treta que te dé un plus de seguridad. Arriba de la ola, acaricias el agua, con el dorso y con el interior de la pala para sentirte como dice David que estar ahí es mejor que montar en un tiovivo o en la noria. Empezar a tomar decisiones para que penetres en otra dimensión de control da una satisfacción añadida.
No hace mucho tiempo veía, después de mucho tiempo, una competíción en Chequia. Veías que las remontaban o las tenían que pasar de bajada pero la obligación era pasar las puertas. Aquí, con mucho menos volumen, te dibujas las puerta imaginaria y la tratas de pasar en el momento justo, habiendo leído el río.
Les extraña a mi alumnado cuando utilizas la palabra leer parar expresar tus lecturas de la fuerza, la duración y el trazado de la corriente descendente y la ascendentes; pero es así, y de esos pocos centímetros entre tomarla en el momento justo, con el ángulo adecuado y la fuerza necesaria está el éxito. Y lo disfrutas, allí en Urgell, en su canal de entrada, y luego más apurado en el de la pendiente de competición. También lo hacías en Granada, como ahora lo haces en mi pequeño espacio del Tajo.
Incluso el Henares en su fluctuaciones de nivel de agua, nos dejaba momentos para jugar a eser kayakistas de slalom.
Nos imaginábamos puertas y no siempre entrábamos de la mejor manera, pero eso, algunas noches también nos han pasado con la puerta de casa.
Al leer el artículo sobre David Llorente, que le han dedicado en ElPais, me he acordado del joven que practicaba en el canal de Slalom de Bourg Saint Maurice, el aprendía concienzudo sólo en una puerta. A la gran cantidad de agua, la dominaba en su fuerza para su provecho. Recuerdo que nosotro pasamos en ganar como una exhalación, no por dominio sino porque no teníamos narices, ni técnica para realizar un buen stop en una contracorriente.
No siempre el que más corre es el que lleva la razón, en este caso sobre todo. Ahora que la prisa es menor, yo abro la puerta, y con alguna fatiga, la consigo pasar sin derribar el marco. Menos mal que la mayoria de las veces fue así, aunque nos cruzásemos más de la cuenta
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