Pudiera ser que estuviera Maialen Chourraut o Xabi Etxaniz. Nos invitaba Antxon Arza, nuestro hombre en los ríos, nuestra llave en Pamplona
Durante dos años fuimos al club que pertenecía, el Amara creo recordar. Gran tradición de clubes sociales que tienen un poco de todo para que la familia pueda pasar un fin de semana completo, con comidas, deportes y otros actos sociales.
Uno de esos años, competimos al kayak polo, adulterado por tener porterias de waterpolo, en vez de las propias de nuestro deporte, contra el Atlético San Sebastian, creo que es una de las veces que más me he divertido jugando.
Una palada de cualquier palista de ellos, era una orientación del barco que a nosotros nos costaba, al menos cinco, para conseguir el mismo resultado. Aún así, no era un deporte al que jugarán con el cual tuvimos la suerte de meterles un gol.
Hoy viendo a Maialen y pensando en el espíritu competidor que tiene que tener una persona para orientar su vida a ese sacrificio tan grande que es deporte de élite, me acuerdo que aquellas chicas y chicos, ¿estabas?, que nos encerraron ya no sólo en nuestro aréa, sino también dentro de nuestra portería literalmente; hubiera sido físicamente imposible meter un gol por estar los cinco dentro; no lo consiguieron, pese a que sus gritos de ánimo fuera de los más variopintos y aguerridos. Nuestra victoria fue, más divertida por el afán que habían puesto aquella maravillosa gente, con algunos de los cuales luego coincidiamos en el descenso del Piqueras, ellos para ganar una "topolino", que no "gattino", verdad Berni, nosotros para disfrutar de un río difícil, y en particular para mí, de poca decisión y mucho despiste, para casi sobrevivir por la intensidad del río en velocidad de agua y piedras. Sólo el hecho de ir bien arropado por mis compañeros me daban una gran seguridad, exterior.
Siempre admiramos su técnica de conducción del kayak. Habíamos empezado con Antón en un curso en el río Tajo y tras lanzarnos, cual descerebrados por este mismo río crecido y en pleno Diciembre, y luego subir a Pirineos; por fín, hicimos algo sensato, subir a Seu d'Urgell y estar practicando cuatro días de noviembre, durante tres años seguidos. La mejora fue instántanea. Imagino que en aquella época los palistas de competición estaban descansando; nunca coincidimos con ellos. Sólo recuerdo al joven Carles, el sufrido Carles que mencionaba hace poco en otra entrada, y su agotamiento del primer año, por las carencias técnicas que teníamos y el esfuerzo que a él y a sus compañeros le suponían, el estar sacando las embarcaciones de las más diversas situaciones a las que habíamos abandonado al albur de contras, olas, piedras y otros elementos propios de un canal de slalom.
En Seu d'Urgell, leo que durante años 15 años fueron la casa y el lugar de entreno de Maialen, conocimos que incluso se puede aprender en la parte de la entrada de un canal, por la intensidad de la entrada, que al estrechar acelera la velocidad del fluido, sin que haya descenso. Era bonito conseguir que el barco, con tus maniobras fuera hacía un lugar u otro para pasar una puerta de bajada o de remonte, con una fuerte corriente, pero sin más.
Cuando hoy la veía bajar, me emocionaba, nada difícil por otro lado. A la técnica que tiene, tenía que añadir el arrojo y la maravillosa lecturas de las fuerzas que existen en un canal desbocado, como podía ser este de Japón de tu, donde en las puertas de bajada tenías que reorientar el kayak para que la fuerza de la corriente no te alejara de la puerta que debías pasar y luego en las de remonte, colocar el barco en la posición correcta, recién movido por un torberllino para que pueda salir de él y entrar en la contracorriente por el punto justo que te permita pasar entre los dos palos de la puerta. Y de ahí, de forma extenuante, hasta completar las 25 puertas, de cuyo paso en cada uno de ellas, se podría escribir un viaje.
Recuerdo que en Granada, hice algo profesional, bajamos revisando cada uno de los caminos que había por el canal de esta ciudad, que por diferentes vicisitude, duro muy poco tiempo allí. Cuando ese día, después, con un kayak de plástico, lo hice en una competición semioficial, creo que tengo uno de los bellos recuerdos. Consegui uno de los mejores tiempos, no recuerdo cuál con exactitud, y tuve la sensación haber bajado un río, no de que este me hubiera bajado.
Ayer, en mi tramito del Tajo, disfrute del agua porque una presa estaba soltándola cuando llegué. Nada que ver, en todo, ni fuerza, ni contras, ni pendiente con lo que acabo de narrar.
Agradezco a los maestros que allí tuvimos, todo lo que nos enseñaron y a Maialen Chourraut, que en los cientoseis segundos con sesenta y tres décimas me haya hecho sentir que todo lo que veía de rebufos, contras, piedras, puertas, lo estaban pasando yo.
Disfruta, os lo merecéis todos los que habéis participado en ese pequeño instante, que es un eterno tiempo de esfuerzo.
Me has hecho recordar que el kayak fue parte de mí. Como Antxon y su familia que nos acogió parte de un tiempo de emociones y descubrimientos, en aquella bella ciudad Pamplona que por breves instantes unió muy diferentes destinos kayakistas
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